Al conocer a Cristo y aceptarlo como nuestro Salvador, damos comienzo a una nueva vida, misma que no nos será posible conocer en su totalidad, si no permitimos que el Espíritu de Dios nos transforme.

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:2 (RVR1960).

Es necesario que nuestra mente sea renovada, ya que necesitamos cambiar la manera en que vemos las cosas. Esto lo logramos con la Palabra de Dios, estudiarla nos llevará a descubrir los lineamientos e instrucciones que el Señor nos da; obedecerla (es decir, poner en práctica lo aprendido), hará que cambiemos nuestra forma de pensar, que suele ser negativa; e inevitablemente, esto repercutirá en nuestros hábitos, los cuales sin duda, también cambiarán.

Existe una frase que lo explica muy bien: “Si cambia mi forma de pensar, cambiará mi forma de vivir.”

Es precisamente a esto que hace referencia el apóstol Pablo en su carta a los Efesios:

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” Efesios 4:22-24 (RVR1960)

Evidentemente es un proceso que requiere tiempo y esfuerzo, no obstante, será un aprendizaje que nos llevará también a comprobar que la voluntad de Dios es agradable y perfecta.

Si en el camino surgen dificultades, no te desanimes, recuerda que ahora vives en la fe de lo que Cristo hizo por ti.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20 (RVR1960).

Por Cesia Serna