Muchas veces nuestros problemas nos alejan de Jesús en  vez de acercarnos a Él. La renovación comienza cuando nos concentramos en el poder de  Dios y no en nuestros problemas. ..

La actitud es un sentimiento interior expresado en la conducta. Es por eso que a la  actitud se la ve sin decir una sola palabra. ¿No hemos visto la cara hundida del  malhumorado, o la mandíbula saliente del decidido? De todas las cosas que usamos, nuestra  expresión es la más importante.

Mi hija Elizabeth ha traído mucha alegría a la familia, sin embargo su personalidad  tiende a veces a ser melancólica. Cuando se siente así, su cara no expresa felicidad. Mi  esposa Margaret le compró una estatuilla que dice: «Pon una cara feliz». Es un recordatorio  de que nuestras expresiones reflejan nuestros sentimientos interiores.

La Biblia nos enseña que «Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira  lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16:7). «Engañoso  es el corazón más que todas las cosas y perverso; ¿quién lo conocerá?» (Jeremías 17:9).

Estas declaraciones expresan nuestra incapacidad para saber con seguridad cuáles son las  emociones que hay dentro de alguien. Pero pese a que no podemos juzgar a otros por su  expresión interior, muchas veces las manifestaciones exteriores son «una ventana del  alma». Una persona que lanza «una mirada que mata», con toda probabilidad no está  cantando en su interior «Algo bueno te va a suceder».

Hechos 20 cuenta que Pablo se detuvo en Mileto y llamó a los ancianos de Éfeso. Estos  hombres se reunieron y escucharon el discurso de Pablo. El futuro era incierto y su líder les  dijo: «Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de  acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo  que me esperan prisiones y tribulaciones» (vv. 22, 23).

Pablo exhortó a estos líderes de la iglesia para que apreciaran el trabajo que había comenzado. Interiormente fueron movidos a compasión por el hombre que los había  disciplinado. Su actitud amorosa se manifestó en una muestra visible de afecto: «Cuando  hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos. Entonces hubo gran llanto  de todos; y echándose al cuello de Pablo le besaban, doliéndose en gran manera por la  palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco» (vv. 36–38).

Como la actitud se expresa con frecuencia en nuestro lenguaje corporal y se nota en la  expresión de nuestro rostro, puede ser contagiosa. ¿Han notado lo que sucede a un grupo de  gente cuando una persona, por su expresión, revela una actitud negativa? O, ¿han notado el  estímulo que reciben cuando la expresión facial de un amigo muestra amor y aceptación?

La presencia de David y la música que tocaba alegró a un atormentado rey Saúl. La Biblia nos dice que: «El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu  malo de parte de Jehová» (1 Samuel 16:14). Se les dijo a sus siervos que buscaran a alguien  que pudiera elevar el espíritu del gobernante. Trajeron a David al palacio y Saúl «le amó  mucho[…] Y Saúl envió a decir a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo pues ha  hallado gracia en mis ojos. Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl,  David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu  malo se apartaba de él» (vv. 21–23).

A veces la actitud puede simularse exteriormente engañando a los demás. Pero por lo  general este fingimiento no dura mucho. La actitud siempre trata de aflorar.

Mi padre disfruta contando la historia del niño de cuatro años a quien le dio una rabieta.

Después de reprenderle su madre le dijo: «Hijo, ¡ve a esa silla y siéntate, ahora mismo!» El  pequeño fue a la silla, se sentó y dijo: «Mamá, estoy sentado en la silla por fuera, pero  estoy de pie por dentro».

¿Le ha dicho eso a Dios alguna vez? Todos hemos experimentado un conflicto interno  parecido al que Pablo expresa en Romanos 7:  “Porque no hago el bien que quiero sino el mal que no quiero, eso hago[…] pero veo  otra ley en mis miembros, que se revela contra la ley de mi mente, y que me lleva  cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me  librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así  que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado  (vv. 19, 23–25).

¿Parece familiar? Cuando un cristiano sincero me pide ayuda en su vida espiritual,  siempre le hablo de la obediencia. La sencillez de«Para andar con Jesús», ese gran himno de  James H. Sammis, señala la importancia de nuestra actitud obediente en nuestro  crecimiento espiritual.

«Para andar con Jesús no hay senda mejor  que guardar sus mandatos de amor.  Obedientes a Él siempre habremos de ser  Y tendremos de Cristo el poder.
Obedecer, y confiar en Jesús es la regla marcada para andar en la luz».

Durante un avivamiento en Skyline Wesleyan Church donde soy pastor principal, mi  corazón fue tocado por las palabras de María, la madre de Jesús cuando dijo: «Haced todo  lo que os dijere». Hablé a mi congregación sobre este pensamiento de obediencia sacado  del relato del milagro de Jesús en las bodas de Caná (Juan 2:1–8).

Lo que Jesús te diga, hazlo, aunque…

  1. No estés en el «lugar apropiado» (v. 2)

Estaban en una boda y no en una iglesia cuando Jesús realizó este milagro. Algunas de  las más grandes bendiciones de Dios estarán en «otros lugares», si somos obedientes a Él.

  1. Tengas muchos problemas (v. 3)

Se les había acabado el vino. Muchas veces nuestros problemas nos alejan de Jesús en  vez de acercarnos a Él. La renovación comienza cuando nos concentramos en el poder de  Dios y no en nuestros problemas.

  1. No estés animado (v. 4)

Jesús les dijo a los que estaban en la boda: «Aún no ha venido mi hora». En vez de  desanimarse por estas palabras María todavía esperaba un milagro.

  1. No hayas caminado mucho con Él (v. 5).

Los criados que obedecieron a Jesús apenas le conocían, y los discípulos recién habían  comenzado a seguirle. Pero se esperaba que obedecieran.

  1. No le hayas visto hacer milagros en tu vida.

Este fue el primer milagro de nuestro Señor. En esta ocasión, las personas tuvieron que  obedecerle sin haber tenido ningún antecedente de milagros realizados por Él.

  1. No entiendas todo el proceso.

De esta historia bíblica podemos sacar una lección de obediencia: Escuchar las palabras de Jesús y hacer su voluntad. La obediencia interior nos brinda crecimiento exterior.

Una actitud dura es una enfermedad terrible. Produce una mente cerrada y un futuro oscuro. Cuando la actitud es positiva y conduce al crecimiento, la mente se expande y comienza el progreso.