La tentación a la impureza no cesa con el matrimonio

Mejor es casarse que estarse quemando. Cientos de cristianos jóvenes miman su lujuria pensando que el matrimonio será el extinguidor de su exceso sexual. El matrimonio en realidad es el vehículo para tener comunión íntima entre esposos, y así satisface el deseo sexual ordinario, pero no sacia el extraordinario.

En esta porción se da una advertencia a creyentes casados en contra de la fornicación. Se les recuerda que el llamado de Dios es uno a la santificación y no a la fornicación; a que la santidad, y no la concupiscencia, debe motivar la relación entre esposos tanto como controlar la relación hacia los cónyuges de sus hermanos o hermanas creyentes.

La lección para ti el día de hoy es cultivar la pureza a tiempo y fuera de tiempo. Debes comenzar a hacerlo en tu soltería y continuar en tu matrimonio; pues el matrimonio no es garantía de pureza. Ten presente, que antes de casarte la concupiscencia buscará protagonizar en la arena de la fornicación, y después de casado en la arena del adulterio.

1 Tesalonicenses 4:2-8
(2) Pues recuerdan lo que les enseñamos por la autoridad del Señor Jesús. (3) La voluntad de Dios es que sean santos, entonces aléjense de todo pecado sexual. (4) Como resultado cada uno controlará su propio cuerpo y vivirá en santidad y honor, (5) no en pasiones sensuales como viven los paganos, que no conocen a Dios ni sus caminos. (6) Nunca hagan daño ni engañen a un hermano cristiano en este asunto, teniendo relaciones sexuales con su esposa, porque el Señor toma venganza de todos esos pecados, como ya les hemos advertido solemnemente. (7) Dios nos ha llamado a vivir vidas santas, no impuras. (8) Por lo tanto, todo el que se niega a vivir de acuerdo con estas reglas no desobedece enseñanzas humanas, sino que rechaza a Dios, quien les da el Espíritu Santo.

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Tony Segar, Software Bíblico Logos