La vida cristiana es un constante proceso de crecimiento. Si nos detuviéramos a pensar por cuántas circunstancias hemos atravesado desde el momento en que decidimos depositar nuestra confianza en Dios, nos quedaríamos perplejos de cuánto hemos progresado hasta el día de hoy.

Debemos entender que el Señor no hace nada porque sí, ya que detrás de muchas de las cosas que vivimos el propósito principal es: “Aprender a confiar en Dios”, a descansar en sus brazos sabiendo que Él tomará el control sobre cualquier circunstancia.

 “Pero también nos alegra tener que sufrir, porque sabemos que así aprenderemos a soportar el sufrimiento. Y si aprendemos a soportarlo, seremos aprobados por Dios. Y si él nos aprueba, podremos estar seguros de nuestra salvación. De eso estamos seguros: Dios cumplirá su promesa, porque él nos ha llenado el corazón con su amor, por medio del Espíritu Santo que nos ha dado.”Romanos 5:3-5 (TLA)

Dios desea que crezcamos en amor, paciencia, fe, servicio, pureza, conocimiento de Cristo y en todo, pero muchas veces nuestra impaciencia nos hace estancarnos en donde empezamos. Por ejemplo, cuando se presentan ciertas dificultades en nuestro camino, le pedimos paciencia a Dios, con el pensamiento de que Él quitará esa dificultad sin pensar en el verdadero propósito del mismo.

Y es ahí justamente donde comienzan nuestras frustraciones, porque en lugar de ello, notamos que empezamos a ser atacados por circunstancias que lamentablemente nos llevan en el sentido opuesto al que creíamos y terminamos preguntándonos: ¿Qué está haciendo Dios? ¿Me habrá escuchado? “Creo que entendió al revés”.

Y no queremos entender que ese tipo de situaciones son parte del proceso, donde Dios trabaja en nuestra impaciencia rompiendo nuestras costumbres y moldes, lo cual siempre producirá dolor, pero el resultado será sorprendente.

Si hoy te hallas en medio del proceso y, por lo difícil que ha sido para ti has intentado suprimirlo de tu vida, quiero animarte a que en lugar de lamentarte y frustrarte, dejes que Dios tome control de todo y que sea Él quien le dé forma a tu vida, porque después de dejar que Dios haga lo suyo en esos procesos, no volverás a ser el mismo. ¿Estás dispuesto a intentarlo?

Por Ruth Mamani