Porque en este caso es verdad lo 
que dice el dicho: «Uno es el que siembra, 
y otro es el que siega». – Juan 4:37 (RVC)

La Srta. Mildred, quien fue mi maestra en la escuela dominical, tiene un lugar muy especial en mi corazón. Nunca olvidaré lo que aprendí gracias a su poderoso ejemplo de la fe cristiana.Hacía 25 años que no la veía, pero tuvimos la suerte de volver a encontrarnos: «Jamás supe si alguno de mis alumnos había adoptado mis enseñanzas», me comentó cuando le 
conté cómo había dedicado mi vida a Cristo. «Recuerdo a los estudiantes mirando distraídos por la ventana, o viendo al reloj, más que listos para que terminase la clase», bromeó. «Pero 
hablar contigo y saber que por lo menos una de las semillas sembradas brotó es un verdadero premio para mí».Muchas veces plantamos la semilla del Evangelio a través de nuestros actos de amor o dando consejos sin saber qué ha de ocurrir. Al igual que la Srta. Mildred, tal vez nos preguntemos si estábamos perdiendo el tiempo. Después de conversar con ella, comprendí que no siempre sabremos qué resulta de nuestras buenas acciones. Estamos llamados a tener fe y, siguiendo el ejemplo del Señor, sembrar la semilla. ¡Es Dios quien obrará!

Sra. Mónica A. Andermann / El Aposento Alto