Hola amigos y amigas! Para esta ocasión deseo compartir un tema que es más de tipo vivencial que de consejos y tips. Este tema es acerca de una actitud que en ocasiones he tenido, y que estoy seguro Dios desea cambiar en mí vida.  Espero puedas entender la idea que deseo transmitir para que así puedas aprender a reconocer esta actitud y poder llegar a evitarla.  Dicho esto, entremos inmediatamente en materia.

Como ministros de la alabanza y adoración, estamos primeramente llamados a ministrar el corazón de Dios antes que a las personas. En ocasiones, después de concluir un gran tiempo de ministración a Dios, en donde hemos presentado nuestra ofrenda de adoración, y Dios ha respondido ministrando a nuestras vidas y a la congregación o a las personas presentes en el evento, comenzamos a recibir los elogios de las personas.  Quiéralo o no, para unos más que otros pasamos a ser objetos de admiración.  Asumo que sin ninguna mala intención estos hermanos se nos acercan y nos dan palabras de ánimo y a veces de agradecimiento! Ellos entienden que fuimos “instrumentos de bendición” que Dios usó para hablar a sus vidas.

En esos momentos nos sentimos muy contentos ya que todo ha salido bien. Sentimos que hemos cumplido en lo espiritual, y ni hablar de lo técnico. Todo ha sido “perfecto”. En palabras directas recibimos la aprobación y honra de los hombres; la gente te dice cosas como: “me gustaron mucho esas canciones”, o “que bien “suena” esta banda”. Esa noche fuimos invitados al banquete y la pasamos muy bien.

Aquí es donde ocurre el problema, con el pasar de las horas y los días aún persistimos en continuar alimentándonos de los recuerdos de aquella noche en el banquete. Nuestros pensamientos se quedan con las imágenes de todo eso que vivimos al ministrarle a Dios.  Seguimos “disfrutando” de todo lo que se experimentó en aquellos intensos momentos, porque simplemente todo salió bien.  En ocasiones nos quedamos así por días.  Esta parálisis nos impide mover; nos hace no querer abandonar ese “deleitoso” y a la vez engañoso espejismo de autosatisfacción.  Nos consolamos con tan solo aquella noche en el banquete, falsamente creyendo que esto ya ha sido suficiente.

Así es que tengo nuevamente la obligación de meditar bien en los hechos para comprender que debo “aquietar” mis emociones; que debo hacer callar todo ese bullicio que me distrae de regresar una vez más al gran banquete de mi Padre; a cenar nuevamente con El.

Es ahí entonces cuando me doy cuenta que ya hace tiempo había sido invitado nuevamente a presentarme en intimidad con el Padre a otro gran banquete; y que esta vez debía ir solo, sin músicos, sin banda, sin una congregación. Es ahí cuando entiendo que debí haber traído nuevamente mi adoración personal de agradecimiento, honra y honor a Dios.  Es ahí cuando entiendo que no debo buscar, ni mucho menos distraerme por la aprobación de los hombres. Por el contrario, debo de únicamente procurar la aprobación de Dios.  Al presentarme nuevamente ante El, me acerco a su mesa y estoy reconociendo que una noche en el banquete ya no es suficiente.

Si esta reflexión ha sido de bendición para ti, siéntete libre de compartirla con otros también.

Emmanuel dela Rosa

Proyecto BASES

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