Introducción

Ya hemos dicho que Santiago 3:1-12 habla del cuidado que deben tener en su lenguaje los que pretenden ser maestros de la Palabra de Dios. En 3:13-18 continúa hablando a los maestros, pero el hincapié ahora está no tanto en el hablar sino en el hacer. La debilidad de los maestros por lo general es ser puramente teóricos. Santiago dice que la teoría no es suficiente, es necesario que los maestros muestren su sabiduría mediante la conducta. Así que, los maestros de la iglesia deben enseñar tanto con palabras como con hechos; deben ser ejemplo de lo que enseñan. Los vv. 13-18 hablan de la conducta de quienes han sabido poner freno a su lengua y a través de su conducta muestran la sabiduría que proviene de Dios. En el v. 13 se presenta el argumento de todo el texto, el cual se desarrolla mediante un contraste entre la sabiduría de este mundo (vv. 14-16), y la sabiduría que viene de lo alto (vv. 17, 18). El mensaje del texto es que los maestros de la Palabra de Dios deben mostrar la sabiduría de Dios a través de la buena conducta.
. En la parte introductoria de su epístola, Santiago le dice al creyente cómo obtener sabiduría: “Pídasela a Dios, quien da generosamente a todos sin reproches” (1:5) además de recordar a Prov, 9:10.
1- ¡La conducta es un silencioso y efectivo maestro! ( Vrs. 13-14)
¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Que lo demuestre por su buena conducta, por obras hechas en la humildad que proviene de la sabiduría. 14 Pero si albergáis amarga envidia y ambición egoísta en vuestros corazones, no os jactéis de ello ni neguéis la verdad. 15 Esa “sabiduría” no viene del cielo sino que es terrenal, demoníaca. 16 Porque donde hay envidia y ambición egoísta, allí hay desorden y toda clase de mala conducta. 17 Pero la sabiduría que viene del cielo es primeramente pura; después pacífica, amable, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial y sincera. 18 Los pacificadores que siembran en paz levantan una cosecha de justicia. Que lo demuestre por su buena conducta, por obras hechas en la humildad que proviene de la sabiduría. Santiago se dirige a los miembros de la iglesia. Da por sentado que ellos oran a Dios pidiendo sabiduría, que poseen esta virtud y que el mundo los mira esperando de ellos dirección. Pero como Santiago sabe que estas cosas no siempre son ciertas de los cristianos, quiere que sus lectores se examinen a sí mismos. Ahora los invita a un examen retrospectivo. Es como si les preguntara: ¿Todavía algunos de ustedes quieren ser maestros? Muy bien, háganse una evaluación personal, demuestren su sabiduría a través de su conducta.

a) Examen. “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros?
El examen lleva consigo la pregunta: ¿Es humilde? La respuesta es Verdadera.
¿Sus motivaciones son egoísta, centradas en sí mismo? Es falsa. Incontables ejemplos demuestran que la gente de muchos conocimientos no es necesariamente sabia.

b) Demostración.  La respuesta que se ofrece en la segunda parte del v. 13 no deja lugar para la vacilación: la sabiduría del maestro del evangelio se evidencia en la buena conducta, no meramente en las palabras que persuaden y ganan el argumento. No se trata de habilidad retórica, sino de transparencia moral. La respuesta de Santiago exige una acción precisa: que demuestre su sabiduría y su enseñanza mediante su conducta personal. ¡Es difícil negar los hechos!

c) Afirmación. “Los hechos hablan más fuerte que las palabras”. ¿Cuál era el problema con aquellos maestros? El texto no lo dice explícitamente, pero el v. 14 lo sugiere: había amargos celos y contiendas, y había jactancia y mentira contra la verdad. Así que, el problema de los “maestros” a quienes Santiago escribió tenía que ver tanto con el contenido de su enseñanza, como con la manera de impartirla que se reflejaba en la conducta!

Lo opuesto a un espíritu amable controlado por la sabiduría es un corazón lleno de “amarga envidia y ambición egoísta El vers. 16 resume el problema de los malos maestros en la iglesia fundamentalmente en dos asuntos: 1) la envidia, y 2) las rivalidades entre ellos. Pero estas cosas producen otros problemas, como lo expresa Santiago: también hay confusión y toda clase de acciones malvadas. La conducta que obedece a esta sabiduría engañosa causa problemas entre las demás personas y no sólo entre los maestros. La expresión: donde hay envidias y rivalidades, es una evidencia de la falta de humildad y mansedumbre, cualidades que sí mostraban la sabiduría que proviene de Dios. La expresión, dejen de presumir y de faltar a la verdad, habla más bien de una consecuencia o conducta malsana de la cual los maestros aparentemente no se estaban dando cuenta, pero de algún modo la estaban reflejando. El problema, pues, no era de falsa doctrina, sino de inconsecuencia entre la prédica y la conducta. ¿Será ese, acaso, un problema también en los líderes, pastores y maestros de nuestras congregaciones hoy?

2) Dos tipos de sabiduría:

a) La sabiduría que no es de lo alto.
Esa “sabiduría” (sin humildad) no viene del cielo sino que es terrenal, no es espiritual, es demoníaca. Por‐ que donde hay envidia y ambición egoísta, allí hay desorden y toda clase de mala costumbre.

El texto mismo indica el origen y las características de esta supuesta sabiduría. Su origen no es celestial sino terrenal; sus rasgos peculiares son impíos y demoníacos. Santiago usa un lenguaje fuerte para describir el contraste absoluto entre la sabiduría que se origina en el hombre y la que viene de Dios. En este versículo Santiago detalla una serie de tres adjetivos que tienen un orden descendente: terrenal no espiritual demoníaca

a. “Terrenal”. Lo que el escritor desea decir es que lo terrenal se contrapone a lo que Dios origina en el cielo (Santiago 1:17,, Prov, 2:6, Juan 3:27 ).
b. . b. “No espiritual”. En su primera epístola a la iglesia de Corinto, Pablo analiza la sabiduría que el Espíritu de Dios enseña. (1 Co. 2:14)
c. “Demoníaca”. En el versículo precedente (v. 14). Santiago le dice a la persona cuyo corazón está lleno de “amarga envidia y ambición egoísta” que no niegue la verdad. Pero si a pesar de esto la niega, tal persona vive una mentira que encuentra su origen en el padre de la mentira, el demonio. Santiago llama a las cosas por su nombre: “Esa ‘sabiduría’… es… del demonio” (1Cor.2:6,7, 1Cor 3:19). La carta de Santiago da la impresión de que el demonio empleaba a algunos de los miembros de la iglesia. Santiago comprueba esto observando una verdad de conocimiento común: “Porque donde hay envidia y ambición egoísta, allí hay desorden y toda clase de mala costumbre”.

b) Sabiduría del cielo

Pero la sabiduría que viene del cielo es primeramente pura; después pacífica, amable, dócil, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial y sincera. La verdadera sabiduría desciende del cielo como don de Dios al creyente que la pide (Stg. 1:5, 17). Esta sabiduría se hace evidente cuando el hombre toma decisiones que dependen de la voluntad de Dios y que están en armonía con la misma.

La sabiduría celestial tiene su propia característica:
Es ‘‘pura”:. está libre de engaño en contraste con la terrenal que miente contra la verdad. En este texto, pureza es la primera de siete palabras o frases que Santiago usa para describir la sabiduría. Representa a la sabiduría como inmaculada, incontaminada, inocente, así como Cristo mismo es puro (1 Jn. 3:3). ¿Por qué se menciona la pureza como primera característica de la sabiduría? La sabiduría que encuentra su origen en Dios es pura porque Dios mismo es puro, es decir, santo.

. Pacifica: en contraposición a las contiendas de la sabiduría terrenal. El creyente que ejerce el don de la sabiduría celestial posee un temperamento controlado que manifiesta paz. En su actitud hacia otros él demuestra que ama la paz. La paz de Dios domina su pensamiento de modo tal que todos los que se encuentran con él lo ven como fuente de fortaleza. Es cierto, todos sus caminos son agradables y todos sus “senderos son paz” (Pr. 3:17).

Amable. La persona que es amable es justa, razonable y considerada en todas sus opiniones. Reúne cuidadosamente todos los hechos antes de dar su opinión. Evita colocarse en primer lugar y siempre considera que otros son mejores que él (Fil. 2:3; 4:5).

Benigna. Es complaciente (benigna, dócil, dispuesta a ceder), en contraste con la jactancia de la sabiduría terrenal. Esto quiere decir que el hombre sabio es capaz de escuchar sugerencias, que está siempre listo a oír las opiniones ajenas y dispuesto a aceptar exhortaciones y correcciones.. Dispuesta a ceder ante los demás sin rencor ni discusiones. Se deja enseñar, es capaz de escuchar sugerencias. Dispuesta a recibir correcciones.

– Llena de misericordia y de buenos frutos. Está llena de compasión (misericordia) y de buenos frutos, en contraste con los malos frutos (mala conducta) de la falsa sabiduría .Dispuesta a ponerse en contacto con la gente a su alrededor. Extiende su mano para ayudar al que está necesitado. Se preocupa y siente compasión por todo aquel que está sufriendo y que necesita ayuda.
Sin incertidumbre”. Es imparcial por cuanto es verdadera y todo lo que es verdadero jamás puede ser calificado con características de parcialidad .La persona sabia no escoge bando en una disputa cuando sirve de árbitro. Escucha cuidadosa y objetivamente los argumentos que se le presentan y luego pronuncia un juicio que es en primer lugar imparcial, y luego sincero.
Sin hipocresía. Es sincera. Siempre dice la verdad, es honesta, sencilla, transparente. (salmos15:4)
Finalmente…Vers18 Santiago termina diciendo: el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.

b. Indica que la sabiduría que proviene de Dios produce buenos frutos. Este versículo habla de siembra y cosecha. Se mencionan aquí la justicia y la paz como el fruto de la verdadera sabiduría. Santiago dice que el fruto de justicia se siembra en paz.
c. Los sembradores son aquellos que hacen la paz, los que siguen los senderos de la sabiduría que proviene de Dios. Santiago da aquí el toque final de su mensaje a los maestros mencionados en 3:1, para recordarles que el evangelio no puede dar buenos frutos si en medio de la comunidad de creyentes reinan las rivalidades y las contienda, Se puede concluir, entonces, que el estilo de vida del maestro demuestra si su sabiduría se conforma a la verdad, si se conforme al evangelio que predica, si es sabiduría de lo alto. Pero esta es una verdad no sólo para los maestros; es también para todos los que profesamos la fe en Jesucristo. Nuestro estilo de vida debe ser un reflejo de nuestra confesión de fe. La prueba del maestro verdadero no está en la cantidad de argumentos que tenga, sino en la conducta que se ajusta a la verdad del evangelio que predica. La verdad debe ser enseñada no sólo con palabras, sino con el ejemplo del maestro. La verdad es que todos de algún modo somos maestros de nuestra fe y enseñamos todo el tiempo, porque lo hacemos mediante nuestra conducta.