Es bello saber que Dios nos aceptó por Su gracia, a pesar de nuestros pecados. Borró nuestro pasado con Su sangre y nos dio nueva vida1. Generalmente decimos: “Acepta a Cristo”, pero lo que realmente debemos hacer es reconocerlo como Señor y Salvador, ya que Él es quien nos ha aceptado.

Ser aceptados por Jesús también nos hace reflexionar sobre la forma de manejar el rechazo de las personas, ya que deja heridas en nuestra alma que pueden deformarnos e impedirnos desarrollar nuestro potencial. Siempre te rechazarán por algo, si eres el mejor de la clase te dicen “nerdo”, si eres atento con tus maestros te dicen “culebra”, si te cuesta entender algo te llaman “burro”. Pareciera que lo mejor es ser parte del montón porque ser del promedio te permite envidiar o criticar a otros, señalando al que destaca y al que no. Así que es importante tener muy clara nuestra identidad y aprender a administrar el rechazo para no hacer cosas inadecuadas con tal de ser aceptados.

Por supuesto que los cristianos somos rechazados en el mundo, nos llaman de muchas formas: “pandereteros, torteadores, aleluyas”, pero nuestro Señor nos acepta y es lo que debe importarnos. Nuestras creencias nos hacen rechazar el licor y las parrandas, pero hay muchos que seden a la presión y terminan tomando algún “traguito” o bailando en una fiesta para sentirse aceptados y evitar la crítica. No debe importarte lo que diga la gente ya que no necesitas más aceptación que la del Señor.

A Jesús no le avergüenza llamarte Su hermano. Saber esto es hermoso, más aún si dimensionas que lo dice el dueño del universo, el que murió en la cruz y resucitó al tercer día, el autor y consumador de la fe, ¡Él es quien te justifica y te llama hermano sin ninguna pena! Además, Jesús te dice que estará en medio de la congregación para alabar al Padre junto a nosotros2. ¿Por qué te dará pena levantar tus manos, danzar y cantar, si el Hijo de Dios está a tu lado, haciendo lo mismo?

Jesús te aceptó y pagó el precio por tu salvación, dice que no se avergüenza de ti a pesar de tus faltas, eso debería ser suficiente para que tú no te avergüences de Él y le honres como merece. Nuestra fe nos dice que debemos amar a todos, pero no comprometer nuestras creencias con tal de ser aceptados. Prefiero que me rechacen en el mundo por mi buena conducta, a que me rechacen en el cielo por una mala conducta.

Si lo analizamos, ¡el día de Pentecostés el Espíritu Santo armó todo un escándalo y un estruendo3! Los cristianos anhelamos ser llenos de Su unción, pero para otros es algo extraño. No puedes esperar que las cosas de Dios sean aceptadas por todos. El derramamiento del Espíritu el día de Pentecostés llenó a muchos, maravilló a otros y confundió a más de uno, eso es natural porque no lograremos complacer a todos. Recibe la sanidad y prosperidad que Dios tiene para ti, sin importar que otros lo comprendan.

Muchos nos llaman necios, irracionales e ignorantes por creer en los milagros, pero realmente la fe es para mentes superiores que no se limitan por la razón humana y se abandonan a la voluntad divina. Todos tienen derecho a creer, como también tienen derecho a no creer, pero nadie tiene derecho a estorbar la bendición de otros. Los cristianos creemos en el único Dios, en nuestro Padre que expresa Su amor con grandes maravillas en la vida de Sus hijos. Pueden burlarse de nosotros pero no somos ignorantes, y en todo caso, ¡Jesús es el Señor de los ignorantes que creemos en Sus promesas de bendición! No busques la aceptación del mundo sino la de Dios, esa es la opción correcta.

¡Es tiempo de ser radicales con nuestro amor y fidelidad a Dios! Para el mundo somos bobos porque ofrendamos, para Dios somos quienes sabemos presentar sacrificio digno de Su Nombre. Nuestra fe define quiénes somos y lo que valemos y ¡ nuestro valor es la sangre de Jesús! Aprende a manejar el rechazo, llévalo a los pies de Cristo quien te reconfortará y te recordará que Él te acepta.

Recíbelo como Señor y Salvador para que perdone tus pecados y te regale la vida eterna. Anímate a hacer un pacto con Dios para ser radical en tu fe y no buscar la aceptación de nadie más que de Cristo. Pídele al Señor que te ayude a amar a quienes no te comprenden por creer en Él. Bendice a quienes te maldicen, entrégalos al Señor para que Él obre en sus corazones. El rechazo es necesario para que tu fe se fortalezca y te prepares para recibir bendición. No seremos cristianos mediocres sino sólidos en Cristo Jesús, quien no se avergüenza de ti sino que te acepta y te conduce a los brazos del Padre.

 

1 Pablo en la carta a los Efesios 1:3-9 dice: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo.

2 Hebreos 2:11 nos aclara: Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré.

3 Hechos 2: 1-7 relata: Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?

Cash Luna