Los mandamientos no siempre inician con un “no”, como no matarás, no robarás y no dirás falsos testimonios. Algunos mandamientos son afirmaciones sobre lo que debemos hacer como honrar a los padres y santificar el día del Señor.
Especialmente el mandamiento del amor, el que Jesús reconoció como el más importante, es una afirmación. Se dice que amar es un sentimiento o una emoción, pero la Biblia dice que es un mandato. No es una opción, es un estilo de vida.
Debemos amar con todo nuestro ser. Decimos que debemos amar a Dios por sobre todas las cosas, pero lo que Jesús dijo es que debemos amarlo con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Hay que amarlo con todo lo que somos, esa es la verdadera enseñanza, porque no es lo mismo amarlo sobre todo, que con todo, lo que implica un compromiso mayor porque significa que todo lo que somos y tenemos le pertenece a Él.
Además, Jesús dijo que debíamos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos1. Esto significa que amarnos también es un mandato, porque no podemos amar a otros si nos despreciamos. Alguien que no se ama tiene su corazón vacío y lastimado. Si no te amas, nadie podrá amarte, porque tú mismo provocarás rechazo con tu actitud.  Ámate, anímate, mírate al espejo y di palabras de afirmación.
La gente que necesita desesperadamente que alguien los ame, se sienten solos porque no han aprendido a amarse. El mundo entero podría odiarte, pero si tú te amas, tienes suficiente amor para dar a los demás. Si realmente te amas, no te haces daño, te alejas del dolor y frustración que provoca el enojo y el resentimiento.
Quien se ama, perdona a quien le ofende, porque la falta de perdón hace daño, por el contrario, el perdón edifica y reconforta el corazón de quien lo otorga. Jesús dijo: “Por amor a mi, te perdono”, porque no podría decir que nos ama si no se amara a sí mismo. Esto no es una afirmación egoísta, por el contrario, es una forma de confirmar que amar es un mandato y que inicia con el amor que debemos expresarnos como hijos de Dios.
El amor que sientes por tu persona es evidente. Cuando te amas, buscas verte y comportarte bien, te preocupas por tu presentación y por provocar buena impresión con tus actitudes. Cuando te aprecias y reconoces tu valor, no te entregas a cualquiera que te diga palabras bonitas, no permites que te humillen, te deshonren o te manipulen, porque sabes que eres digno de lo mejor. Y con esa actitud es fácil compartir el mismo amor y respeto a los demás, porque buscarás dar a otros lo que quieres recibir.
Dios dijo que hiciéramos a otros lo que nos gustaría que nos hicieran. Otros lo dicen al revés, en negativo: “No hagas lo que no quieres que te hagan”, pero es mejor plantearlo de forma positiva, como el Señor lo dice, porque buscamos ver y hacer lo bueno, en vez de ponerle atención a lo malo. En tu matrimonio, asume las actitudes que te gustaría ver en tu pareja.
Si quieres que sea más cariñoso y detallista, si deseas que se enoje menos y confíe más, comienza tú a vivir esas cualidades. Haz lo que quieres que te hagan. Si quieres que entre a la casa diciendo: “¡Hola mi amor! ¿Dónde está mi princesa?” Recíbelo con esos halagos: “¡Hola mi amor, bienvenido, mi campeón, el príncipe de este hogar!” Si quieres que te hablen con dulzura, hazlo tú primero. Moldea lo que quieres recibir porque con esa medida serás medido.
Jesús dijo: “Amen a sus enemigos”. En tu vida son necesarios los amigos y los enemigos. Necesitamos a quienes nos forman, ya sea con cariño o con dureza, a quienes nos dan palabras de ánimo o aquellos que nos quebrantan. Una de las razones por la cuales tenemos enemigos es para probar que tenemos la capacidad de amar. Los enemigos son una prueba. Ama a quien habla mal de ti, y devuelve bien por mal. Hay cuatro cosas que debes hacer por tu enemigo: amarlo, bendecirlo, obrar bien y orar por él. Al hacerlo, demostramos que somos hijos del Padre.
Amar a tus amigos no es extraordinario, pero cuando amas a tus enemigos demuestras tu verdadero valor. Joven, ¿dejarás de saludar a esa jovencita que ya no es tu novia, a quien decías amar? Los hombres y mujeres divorciados, ¿hablarán mal de esa persona a quien un día, ante el altar, juraron amor eterno? Ex socios, ¿hablarán mal de quienes un día estrecharon sus manos con las tuyas en busca de un sueño? Sin importar la razón de la ruptura de una relación, debemos perdonar y amar, incluso a quienes alguna vez nos engañaron y lastimaron.
¿Quiénes son tus enemigos? ¿Quiénes son las personas que han obrado en contra tuya o te han ofendido? Piensa en ellos, libera tu corazón del rencor y ora por sus vidas, llamándolos por su nombre: “Señor, lo bendigo y le deseo todo el bien que pueda recibir”. Procura la oportunidad de hacer algo bueno por ellos. Que tu boca no diga: “Aquel es quien más daño me ha hecho”, ahora proclama: “Aquel es a quien más bien le haré”.  Dale gracias al Señor por Su amor y por la oportunidad que te otorga para imitarlo.
Por Pastor Rodolfo Mendoza