Por lo tanto, ofrezcamos siempre a Dios, por 
medio de Jesús, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que confiesen su nombre. – Hebreos 13:15 (RVC)

Resulta sencillo descubrir cuando una persona está enamorada. Tiene un brillo especial y no puede dejar de hablar sobre la persona que ama. Pude verlo cuando mi sobrina entrevistó a una pareja para un proyecto escolar. Cuando se les pidió que se describieran uno al otro, Mary dijo de Eric, su esposo: «Me siento bendecida por tenerle». «Es una gran mujer» respondió él. «No, tú eres el mejor» replicó Mary. Los dos querían seguir agregando otro comentario.
De igual modo, quienes aman al Señor están llenos de esperanza, porque saben que el amor que hallaron supera cualquier relación que el mundo puede ofrecer. Es por eso que no pueden dejar de alabar a Dios.

Todas las relaciones, también nuestra relación con nuestro Señor, pasan por momentos difíciles. ¿Podemos alabar a Dios cuando nuestras oraciones parecen no tener respuesta o cuando los planes que parecen la voluntad de Dios no son lo que esperamos?

La última pregunta que formuló mi sobrina fue: «¿Cómo es que su relación duró estos 30 años?». Ambos coincidieron en que la comunicación es lo que alimenta una relación. Orar regularmente y los actos de devoción, incluso cuando no sentimos el deseo de hacerlo, sostienen nuestra relación con Dios. Esto, igual que leer la Biblia, nos enseña a alabar a Dios, más allá de la situación que estemos viviendo.

El Aposento Alto / Sra. Juvelyn Lumberio