Un agricultor se encontraba en plena época donde la siembra era oportuna, ya tenía todo listo, el terreno preparado, las semillas y todos los instrumentos que necesitaba para realizar su tarea. El día llegó, pero junto a él también  la visita inesperada de un amigo que lo distrajo tanto que no pudo realizar la siembra, entonces tuvo que retrasar el cultivo un día más. Sin embargo, la mañana siguiente, nuevamente recibió otra visita de un pariente que lo llevó al pueblo a celebrar su natalicio junto con otros amigos.

Cuando despertó, ya el tercer día, estuvo decidido a cumplir su trabajo, pero había dejado las semillas fuera del granero y los animales lo habían esparcido y devorado todo.

El agricultor se puso muy triste porque cuando pudo haber sembrado no lo hizo y cuando no debía haberse distraído lo hizo.

Cuántos nos identificamos con el agricultor, que teniendo que realizar tareas importantes dejamos que las distracciones se apoderen de nuestro tiempo y postergamos, e incluso, no realizamos nuestros deberes.

Como hijos de Dios, tenemos una semilla que esparcir, el evangelio de salvación, y esta tarea jamás podrá ser reemplazada por cualquier otra actividad “buena”, ya que es claro el mandato: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” Marcos 16:15

¿Qué nos hace falta para poder obedecer? El agricultor tenía todo listo, sólo tenía que esparcir la semilla, ¿lo harás, lo estás haciendo?

Josue Yrion en su libro “Heme aquí Señor, envíame a mi” dijo: “La evangelización y las misiones son prioridades en el corazón de Dios”. Siempre las distracciones tomarán el lugar de la prioridad para convertirla en algo secundario, sin importancia; ¡no permitas que eso pase!

No te quedes con lo mejor que te pasó en la vida, lo que cambió tu destino de muerte a vida eterna, seguro que muchos gozarán con Dios por tu obediencia.

FUENTE