¿Qué razones podría tener un maestro o pastor para matricularse en un instituto bíblico en vez de desarrollar sus estudios como un autodidacta?
Si eres un pastor o un maestro que estás pensando inscribirte en un instituto bíblico, haces muy bien al considerar detenidamente tus razones antes de entrar, pues requerirá un sacrificio enorme. Y a menos que puedas recordarte a ti mismo varias veces en el camino tus verdaderas motivaciones, será muy difícil que llegues al final. Yo mismo escribí estas cinco para volver a leerlas.
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Quizás no te muevas de tu centro, pero por lo menos quedarás mejor ubicado, y sabrás cómo llegaste hasta allí.
Ampliar su visión. Estudiar con personas que de otro trasfondo eclesiástico, que no necesariamente comparten nuestras posiciones doctrinales o prácticas ministeriales puede ser muy enriquecedor, por lo menos en dos sentidos. El primero de ellos es que nos permite conocer de cerca y llegar a estimar a quienes sustentan dichas posiciones, algo que de otro modo no sucedería. Regularmente la gente no tiene oportunidad de convivir con el opuesto, sino que solamente confronta, pero si conviviera, se daría cuenta de que la fe auténtica y el buen testimonio están por encima de gran parte de las particularidades. Por otro lado, el material mismo que estudiarás también podría ampliar tu visión teológica (sistemáticamente, bíblicamente, históricamente), llevarte a considerar otros autores, a analizar seriamente el trasfondo de determinadas posiciones, a estudiar más seriamente la propia. Quizás no te muevas de tu centro, pero por lo menos quedarás mejor ubicado, y sabrás cómo llegaste hasta allí.
- Cultivar humildad y gratitud. Esta es una de las razones más fuertes, en especial para los pastores. El ministerio pastoral requiere que constantemente estemos capacitando y supervisando el avance de otros, pero nosotros mismos no nos sentamos regularmente a los pies de alguien. (Realmente hay pastores que nunca fueron pastoreados, algo que considero un despropósito.) La experiencia de sentarte a escuchar lo que otros han preparado para ti, de ser observado, evaluado y retroalimentado, podría alcanzar ese doble propósito: hacertes más humilde (regularmente después de algunas luchas contra el ego) y llenarte de gratitud hacia aquellos que dan por gracia lo que por gracia recibieron. Adicional a esto, la humildad y gratitud hacia tus maestros podría aumentar la autoridad tuya ante tus propios alumnos. Así, el estudio formal puede ser un buen ejemplo para nuestras congregaciones.
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Un estudiante disciplinado no solamente adquiere conocimientos, sino que adquiere conocimientos en un proceso establecido de antemano por alguien más, de forma tal que cultiva su mente y su carácter.
Crear disciplina. Regularmente los pastores y maestros que eligen intencionalmente no ir a un instituto dicen tener un buen hábito de estudio, lo que le permite leer los mismos libros con que estarían estudiando sin tener que ir a las aulas. Esto puede ser verdad, sin embargo, no es lo mismo capacidad para el estudio que disciplina para el estudio. Puedes ser un muy buen estudiante autodidacta y tener una pésima disciplina, lo que te permitirá adquirir conocimientos rápidamente, pero tarde o temprano te pasará factura. Un estudiante disciplinado no solamente puede leer rápidamente libros, también puede leer los libros que no quisiera leer en ese momento para cumplir con un deber. Cuando se es autodidacta se lucha siempre con la tentación de estudiar los mismos temas y autores con los que se tiene afinidad o familiaridad, el programa del instituto puede sacarnos de nuestra zona de confort intelectual. Un estudiante disciplinado no solamente adquiere conocimientos, sino que adquiere conocimientos en un proceso establecido de antemano por alguien más, de forma tal que cultiva su mente y su carácter. Asumir el método de otro maestro, consumir los materiales que ellos te marcan —no los que tú preferirías—, entregar informes en formatos preestablecidos y avanzar al ritmo de los demás (teniendo que esperarlos o teniendo que avanzar el paso) durante unos años puede ser una excelente inversión en tu carácter para toda la vida.
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La iglesia existe en medio de una sociedad, no en el vació, y en toda sociedad hay instituciones que validan el conocimiento.
Obtener formalidad. Una gran debilidad en el ministerio pastoral de nuestros días es la informalidad. Admito que no hay razón alguna para demandar incondicionalmente que un pastor o maestro tengan que tener estudios formales. Sin embargo, la falta de obligatoriedad no debería ser una excusa, más, cuando hay fuertes razones prácticas y prudenciales para hacerlo. La iglesia existe en medio de una sociedad, no en el vació, y en toda sociedad hay instituciones que validan el conocimiento: escuelas, universidades, institutos. Así como en la medida de lo posible nos formalizamos ante el estado constituyendo la iglesia local, lo que nos permite tener propiedades y asumir compromisos sociales, deberíamos darle más formalidad al liderazgo, también en la medida de lo posible. Los profesionales adquieren o validan sus conocimientos, son reconocidos por alguna autoridad y se agrupan en asociaciones y colegios. Antes de que existieran estas instituciones, los alumnos se exponían durante años a sus maestros para ser validados por ellos antes de tener sus propios discípulos. Los seminarios no pueden producir ministros o vocaciones, pero pueden moldear el carácter de estos ministros, constatar sus vocaciones y también darles formalidad, tanto a nivel interno (las iglesias) como hacia afuera (sociedad). Algunas denominaciones históricas han incluido entre sus requisitos de ordenación la titulación, y antes de rebatirles por su rigurosidad, deberíamos considerar cuáles razones históricas le llevaron a hacerlo. Por citar un ejemplo: los falsos ministros abundan, pero pocos de ellos comprometerían tres o cuatro años de su vida antes de comenzar a operar. No es lo que mismo encontrar a alguien que dice tener un llamado que alguien que dice tener un llamado y se ha comprometido en ello de forma cuantificable, de forma tal que alguna institución le respalda. Otro ejemplo: para ser apóstol Pablo no necesitaba ser ciudadano romano, pero ese documento legal se convirtió en una herramienta muy útil para abrir puertas al evangelio, o por lo menos permitió que algunas puertas no se cerraran. ¿Un formalismo? Sí, ¡pero muy valioso!
- Practicar el compañerismo. Tener que interactuar periódicamente con un grupo de persona que comparten tu vocación u oficio y probablemente enfrentaron, están enfrentando y enfrentarán tus mismos retos puede ser una excelente oportunidad para la amistad. Tenemos a nuestros hermanos de la iglesia local y a nuestros familiares, pero edificar relaciones de amistad con otros ministros o maestros puede ser una valiosa herramienta para nuestro ministerio. Sí, esto se puede hacer sin un instituto, pero indudablemente un instituto ayuda.
Robert Lora
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