1 Samuel 22:1-2 relata: Yéndose luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él. Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres.
La Palabra nos presenta a David, quien en ese tiempo aún no era rey de Israel, en una cueva donde se convirtió en jefe de un grupo de perseguidos, endeudados y amargados. ¡Imagina qué maravilloso panorama para un hombre a quien se le había profetizado gobernar un reino! Ante esa circunstancia poco alentadora, David pudo desmotivarse y renegar diciendo: ¡Esto no es un castillo y estas personas no son el séquito que esperaba! Sin embargo no lo hizo. En su lugar, seguramente hubiéramos dudado del profeta Samuel para luego deprimirnos. Pero la promesa era que David sustituiría a Saúl y él puso su mirada en ese objetivo dado por Dios, sin importar lo que sus ojos veían en ese momento. Muchas veces nos sucede igual y nos encontramos como en una cueva oscura, ya que no hay Palabra que no tenga su propia batalla o ladrón queriendo robarla para que no se cumpla. Por eso dice la Biblia que hay semillas que no dan fruto porque se las comen las aves.

En esa cueva, David incluso pudo pensar que nunca sería rey porque, de hecho, ni siquiera era parte de la familia real. Jonatán, hijo de Saúl era a quien le correspondía la sucesión al trono, pero la Palabra del Señor es verdadera y supera cualquier circunstancia, así que incluso el mismo heredero legal se hizo a un lado para que David fuera rey. Esto no resultó fácil y nos muestra el corazón limpio y fiel de Jonatán quien siendo amigo íntimo de David e hijo de Saúl, no buscó protagonismo, sino que menguó para que se cumpliera la voluntad de Dios y su amigo alcanzara la posición que tenía destinada. Así que no está demás recordar que los buenos amigos tienen una actitud similar a la de Jonatán, se alegran por el éxito de sus amados y si es necesario, se sacrifican por ellos. De hecho, es una actitud muy parecida a la de nuestro Señor Jesucristo, ¿no te parece? Necesitamos esa actitud en la vida porque Dios tiene un lugar privilegiado para cada uno, más aún si demostramos que no pretendemos usurpar el lugar de alguien y somos capaces de luchar por el nuestro, aunque las circunstancias sean difíciles.

Del pesebre al trono
Lucas 2:7 nos cuenta sobre en nacimiento de Jesús: Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

El nacimiento de Jesús nos muestra otra situación adversa que no fue un límite porque la promesa era más grande que la realidad de ese momento. Ahora no hablamos de un rey terrenal como David, sino del Rey Celestial quien tuvo que superar circunstancias adversas desde su nacimiento. Muchos dicen que Jesús nació en un establo para enseñarnos humildad, pero realmente no fue así, ya que ni María ni José lo prepararon de esa forma. La Palabra dice que Su madre lo acostó en un pesebre porque no había lugar en la posada, no porque quisieran dar una lección de humildad. Si nosotros siendo humanos, jamás someteríamos a nuestros hijos recién nacidos a una situación así, mucho menos ellos que sabían sobre la divinidad del niño que María había dado a luz. Si fuera para enseñarnos humildad, sería pecado que buscáramos el mejor hospital que podemos pagar para que nazcan nuestros hijos.

Dios no fue impositivo o prepotente haciendo que todos salieran del mesón para que naciera Su Hijo, tampoco envió un terremoto para que dejaran espacio, simplemente dejó que el plan se cumpliera. La circunstancia fue difícil, pero ese no era el destino para Jesús, sin embargo, debió afrontarlo. Si Él fue capaz de hacerlo, ¿porqué nosotros a veces nos quejamos tanto cuando debemos enfrentar adversidades?

No había una cuna de oro esperando a Jesús y tampoco había un trono esperando a David, pero ambos estaban convencidos de que esas circunstancias adversas eran pasajeras ya que el objetivo principal era glorioso. No hagas de tu principio el final anticipado, no seas fatalista, aprende a diferenciar el camino del destino y aprécialo para que te ayude a formar el carácter de un vencedor.

Si te graduaste con honores de mercadólogo y te ofrecen un puesto como vendedor, acéptalo y esfuérzate, aunque creas que estás preparado para asumir una gerencia porque todo implica un proceso y debes probar que tienes el carácter para asumir los retos. Las dificultades son inevitables y debemos superarlas. Imagina que María hubiera sido arrogante y dijera: “Esperemos que haya lugar en el mesón para que el bebé nazca”. Pero eso no era posible, el tiempo había llegado y debían superar las dificultades para que se cumpliera la Promesa de salvación. Lo mismo sucede con nuestra circunstancia, hay que afrontarla, vivirla, no renegar, sino buscarle solución.

Dios no planeó un pesebre sino un trono para Su Hijo, pero fue necesario pasar por el pesebre, además de superar difíciles y dolorosas circunstancias para que el trono fuera una realidad. Jesús nació en un pesebre, pero no se quedó allí. Tú debes decir convencido: “No me quedaré en la circunstancia difícil, Dios me sacará de esto si demuestro que tengo buena actitud”. Seguramente María no estaba feliz de acostar a su recién nacido en un pesebre, pero no se enojó o culpó a José por la situación. Tal vez alguna madre hubiera dicho: “Ves, te lo dije, ¡había que reservar habitación!” Afronta las dificultades con una buena actitud, optimismo y fe. Hacerlo forma tu carácter para que disfrutes de la bendición en el momento que la recibas. Aprende también de los Reyes Magos quienes no se detuvieron a juzgar la circunstancia, sino que se enfocaron en su objetivo: honrar al niño con los tesoros que le llevaban, aunque lo encontraron en un establo. Tus metas y las promesas del Señor deben estar por encima de lo negativo que puedas vivir en este momento, no te distraigas, concéntrate en lo bueno para que lo malo pase rápido.

Lo importante no es dónde nacimos sino lo que hacemos con nuestra vida y lo que logramos antes de morir. Algunos dicen: “Yo no pedí nacer, ¿porqué nací?” ¡No reniegues más! Estás vivo y debes hacer algo bueno con ese regalo que Dios te dio. Deja de blasfemar porque sufriste la pérdida de un ser querido, porque has sido víctima de la violencia, te han robado o mentido. El mismo Dios padeció el robo de toda una ciudad, tal como dice el profeta Malaquías, así que aprendamos a superar la adversidad con la actitud correcta, convencidos de que estamos pasando por el pesebre para llegar al trono.

Atravesar el desierto
En otro momento de Su vida, luego de ser bautizado, Jesús es llevado al desierto durante 40 días, pero tampoco se quedó allí porque sabía que era otro paso en el proceso para bendecir a otros y cumplir Su destino. Vemos que voluntariamente ayunó y rechazó la tentación. Se fortaleció para tener la fe que necesitaría para hacer milagros y pasar por el dolor de la cruz. Cuando no tienes pan para comer, puedes enfocarte en la situación de escasez o en que al final, los ángeles te alimentarán, tal como sucedió con Jesús en el desierto. ¿Dónde está tu carácter cuando debes pasar por un desierto? Llénate de paciencia y sabiduría.

Si quieres que la gracias de Dios te acompañe debes crecer, fortalecer tu espíritu y tu cuerpo. Jesús preparó Su cuerpo para la cruz porque sabía que era el instrumento para salvar a la humanidad, aunque alguien con mala actitud pudo pensar: “¿Para qué voy a cuidarme si al final moriré?” En los buenos y en los malos momentos, debes prepararte porque nunca sabemos cuándo puede venir algo peor. Ahorrar y ser previsor no es falta de fe sino prudencia, sabiduría, inteligencia y espíritu de consejo de Dios.

Superar el rechazo y el dolor
Jesús también tuvo que afrontar otra situación difícil cuando el pueblo escogió que liberaran a Barrabás y no a Él. Seguramente el sentimiento de rechazo fue terrible luego de haberles hecho tanto bien y que ellos ¡prefirieran liberar a un asesino! ¿Dónde estaban los 10 leprosos, la mujer a quien salvó de morir apedreada, el gadareno, el joven a quien le devolvió la vista y tantos otros? Todos tuvieron miedo, pero era parte del plan divino. Satanás deseaba que el corazón de Jesús se llenara de amargura porque de esa forma hubiera pecado, el proyecto de salvación se echaría a perder y no hubiera sido promovido a la derecha del Padre, pero Él no cayó en la tentación. Incluso clavado en la cruz, entre dos ladrones, dijo al Padre, lleno de compasión: “Perdónalos porque no saben lo que hacen”. ¡Ese es nuestro líder y debemos imitarlo! Satanás tratará de impedir que crezcas como buen cristiano y buscará que tu corazón se llene de rencor porque alguien te rechazó, pero no lo permitas. Sin importar lo que suceda, pídele fortaleza a Dios para superar el rechazo y el dolor.

No te quejes de los problemas, alábalo y pon tu mirada en Él, como Jesús. quien ensangrentado en la cruz no se desesperó sino que seguramente dijo: “en 72 horas me levantaré de entre los muertos, la humanidad será redimida y podré sentarme junto a Mi Padre”. Cuando pases tiempos difíciles, piensa con fe: “Este no es mi destino, es sólo el camino y aguantaré con el Señor”. Las cosas desagradables suceden aunque seamos buenos, Jesús no había hecho nada malo para merecer un sufrimiento como el que padeció, sin embargo lo soportó porque la promesa era más grande que la dificultad. No importa si es un pesebre, en el pozo donde estuvo José, en el desierto o en la cueva de Adulam, allí donde te encuentres, busca a Dios y entrégale tu circunstancia para que te ayude a superarla.

No tengo explicación para el proceso que estás viviendo, pero puedo decirte que la actitud correcta es la que te ayudará a obtener buenos resultados al final. Dale gracias por Sus planes de bien para tu vida y esfuérzate por alcanzarlos. Recuerda que no estás solo porque Él te sacará adelante. El pesebre, la cueva o el desierto no son nada frente a Sus promesas ya que serás puesto en el lugar que te ha preparado. Confía en la fortaleza que te dará, aprovecha el camino que ha puesto frente a ti y que te llevará a cumplir tu destino.

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