Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”.

Así comienza Anna Karenina, de León Tolstoi.

En el caso de esta novela es la infidelidad y el deterioro del matrimonio lo que les hace infelices. En el caso de otras familias puede ser la enfermedad, las malas decisiones, los hijos que se meten en problemas, las adicciones, los problemas financieros…

Cada familia tiene problemas distintos, luchas distintas, razones distintas para sentirse infelices.

No podría contarte la cantidad de emails y mensajes que me llegan de mujeres que se desahogan conmigo o que me piden un consejo para alguna situación determinada. Cientos de historias de hogares rotos, de familias destrozadas, de mujeres que no dan más y que recurren a una extraña para dejar salir lo que hay en su corazón.

En esos momentos de incertidumbre, de dolor, en el que nos sentimos tan desgraciadas, nos damos cuenta del vacío inmenso en nuestro corazón.

Algunas confiamos en nosotras mismas, en nuestra propia capacidad para llenarnos a través de nuestra propia habilidad y capacidad… y terminamos dándonos cuenta de que no somos suficiente.

Otras confiamos en otros, en las personas que nos rodean, tratando de llenarnos de aprobación y afirmación, de expectativas… y terminamos desalentadas y desanimadas al comprobar que nadie es perfecto y que también los demás se equivocan.

Otras más confiamos en nuestras posesiones, en lo material, para hallar seguridad… y terminamos comprendiendo que el dinero no da calor por la noche ni alimenta el alma.

Nada de esto funciona. ¿Qué hace, en última instancia, que una familia sea “feliz”? ¿Que un matrimonio funcione? ¿Qué nos sintamos “llenas”? ¿Es la ausencia de problemas?

No, no lo es.

Es la presencia de Cristo.

Romanos 15:13

“ Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.”

Lo único que nos puede ayudar a superar nuestros motivos especiales para sentirnos desdichadas es Cristo. El único que nos puede llenar es Cristo.

Y, una vez que comprendemos esto, una vez que somos plenamente conscientes de que todo lo que vivimos cambia radicalmente de perspectiva cuando lo vivimos en el Hijo de Dios, somos capaces de levantar la cabeza y volver a respirar.

Quizás nuestra situación familiar no cambie cuando dejamos que Dios lleve el timón y sea Él quien nos guíe. Pero nosotras sí habremos cambiado. Ya no seremos las mismas. Ya no veremos nuestros problemas de la misma manera.

¿Te estás ahogando hoy en tu necesidad? ¿En tu problema familiar? ¿En tu desdicha particular? Deja que Cristo te transforme hoy, que transforme tu perspectiva y que te lleve de la mano en la situación que estés viviendo, sea la que sea.

Isaías 41:13

Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo”.