Saber cómo está tu conciencia es importante. Porque los seres humanos somos más que piel, células, músculos y huesos. Tenemos conciencia y consciencia. Son dos cosas diferentes, pero son las que nos dan la humanidad. Es bueno analizarnos y saber diferenciar esas dos dimensiones.

Aunque suenan casi igual, no tienen el mismo significado. Estar consciente, luego de habernos dado un golpe o haber tenido un accidente automovilístico, no es lo mismo que tener una conciencia tranquila. La consciencia, se puede decir que es el reconocimiento de ser y de estar en el lugar que nos encontramos.

La conciencia nos define el bien del mal

Pero la conciencia es la que nos da los valores entre el bien y el mal. Nos dirige para comportarnos de manera moral y socialmente aceptable. Es la capacidad que tenemos para saber qué pensamientos, acciones, palabras y situaciones son correctas y cuáles no.

Cuando afirmamos que alguien tiene conciencia, estamos diciendo que tiene valores morales. Cuando intentamos vivir de acuerdo con las normas básicas de respeto y de balance en nuestra vida, nos sentimos satisfechos. Estamos en lo correcto. Respetar las leyes es tenerla. ¿Cómo está tu conciencia en ese sentido?

Fácilmente estará contento y sosegado el que, de verdad, tiene la conciencia limpia.

Thomas De Kempis

También podemos decir que tiene que ver con la ética y la moral. Con un sentido de respeto, responsabilidad y valores. Es lo que nos lleva a ser como seremos reconocidos, por nuestras acciones, lo que decimos, lo que pensamos incluso. Tenerla nos hace más humanos y mejores personas. Nos hace buscar hacer lo correcto. Por eso te preguntamos cómo está tu conciencia.

Es la manera como regulamos nuestro comportamiento

Tener conciencia regula nuestro comportamiento. Y quienes somos cristianos, tenemos en cuenta los Mandamientos de Dios para no transgredirlos. Tenemos las leyes humanas o de la sociedad para respetarlas. Queremos ser mejores personas, hacer buenas obras, respetar a otros y ayudar en lo posible.

La conciencia es la presencia de Dios en el hombre.

Victor Hugo