Es imposible ver un noticiero donde los encabezados no hablen del COVID-19.
El miedo reina y la incertidumbre opaca toda esperanza. El Fondo Monetario Internacional anunció que esta crisis ya es peor que la Gran Depresión del siglo XX. Los médicos discrepan sobre cuándo estará lista la vacuna y qué pasará cuando llegue la siguiente pandemia. Las economías más grandes del mundo —Estados Unidos, China, y Japón— sufren para mantenerse a flote mientras América Latina está por experimentar una crisis sin precedentes.
Pero nuestra perspectiva cristocéntrica nos enseña algo mejor: Dios nos da esperanza, en su cruz tenemos vida, y en su sombra tenemos refugio. Él nos dice, desde Génesis 3, que los humanos están muertos espiritualmente y los efectos del pecado son evidentes. Por eso necesitamos Su restauración (Ro. 8:22, 23).
Ante esta situación espiritual de la humanidad, me temo que como creyentes peligramos. La pandemia en sí misma es un gran peligro, pero como hijos de Dios luchamos en una dimensión espiritual donde hay dos grandes peligros que nos acechan y quizá no los advertimos (Ef. 6:12).
1) El peligro de alejarnos de Dios
Estoy agradecido por la tecnología que permite a la iglesia seguir en comunicación. Sin videollamadas, transmisiones en vivo, o chats virtuales, nuestra situación actual sería distinta. Sin embargo, el creyente corre el peligro constante de alejarse de Dios y en estos tiempos de pandemia puede ser más propenso a eso.
Aun si asistimos a una iglesia saludable, donde las comunidades son prioridad, esto no nos impide alejarnos de Dios. Por eso Pablo aconseja: “el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga” (1 Co. 10:12).
Nuestra labor es estar cerca de Dios en tiempos de libertad u opresión, de salud o de pandemias (Heb. 4:18). Haremos bien en evaluar nuestra relación con Dios durante este tiempo, ya que todo se puede convertir en rutina que deja a Dios de lado.
Así que organiza tiempos de estudio bíblico personal, familiar, y con tu congregación, aun cuando sea de manera virtual. Evalúa tu corazón y tus pensamientos; evita la queja y procura que prevalezca tu deseo por el reino de Dios (Mt. 6:33). Acércate a Dios. Él es tu único y verdadero refugio.
2) El peligro de alejarnos del mundo
El reino de Dios se manifestó con la llegada, muerte, y resurrección de Cristo (Mt. 4:7). Una vez más, el hombre puede habitar con Dios, por la obra de Cristo; por eso acerquémonos a quienes necesitan el evangelio. Pablo nos describió como “luminares” (Fil. 2:15). Es nuestra labor resplandecer en un mundo oscuro.
Hoy, más que nunca, el mundo necesita saber que solo Cristo destruye el miedo y la culpabilidad (Heb. 9:22). Tal vez la cuarentena y dejar de asistir a la iglesia no trae un peligro para tu familia, porque tienes acceso a servicios en línea. Pero piensa en esto: ¿Peligra un inconverso con la prohibición de ir a una iglesia y de hablar con un creyente a causa del aislamiento social? Me temo que sí.
Este tiempo de confinamiento no es para estar cómodos viendo nuestras celebraciones en línea, sino para condolernos, compadecernos, y llorar por el mundo caído. Necesitamos compartir el evangelio una y otra vez.
Así que te animo a usar tus redes sociales sabiamente: evita propagar noticias falsas o videos del último invento casero sobre cómo vencer al Covid-19. Es momento de compartir con el mundo la única noticia que trae vida eterna: el evangelio de Cristo. Esta es la única cura para el pecado, que es la peor pandemia.
Fuente: Notas De Gracia
Noticias relacionadas
¡Suscríbete a nuestro Canal!
Suscríbete ahora
* Recibirá las últimas noticias y actualizaciones sobre tus ministerios favoritos!