Con todo y con todos. También con los que te hacen daño o algún mal, porque si sabes aprovechar eso que tu llamas ofensas ganarás un bien espiritual para tu alma mucho mayor que el daño que quizá te hayan podido hacer. Hay que agradecer lo grande y lo pequeño, lo bueno y lo malo, porque en todo está Dios. Comienza tu jornada agradeciendo al buen Dios todo lo que te viene de El. A lo largo del día no te olvides de renovar ese agradecimiento y reconducirlo todo a El. Por la noche, que el momento final de tu examen de conciencia sea también de profunda gratitud.

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