Hace 18 años, Patricia Bozzano leyó en un periódico una noticia que transformó su vida para siempre. Se trataba de la historia de una niña enferma de pie Bot (o pie Zambo Congénito) y maltratada por su madre. La pequeña necesitaba urgente de una familia de acogida.

Profundamente conmovida por la situación de la pequeña, esta artista plástica paraguaya, dueña de una galería de arte, solicitó la tutela de la menor. Y se la concedieron.

Más tarde supo de otros casos de maltrato, abandono, abusos, y en su corazón sentía un llamado de Dios que la quebrantaba para seguir ayudando a más niños en situación de riesgo. Este fue el principio de un camino por el que transitarían decenas de niños desamparados, sin hogar y sin padres, que uno a uno fue llegando a la casa de Patricia Bozzano. Así, en marzo de 2002 nace el Hogar “Unidos por Cristo”.

Primero fueron 3, luego 15, más tarde 60, alcanzaron 125 y hoy llegan a 220 niños y adolescentes, viviendo en el hogar dirigido por esta mujer que ha renunciado al bienestar económico que podría darle su profesión, a la tranquila vida familiar, a horas de sueño y mil cosas más.

“Me enorgullece, pero no soy yo la que obra, todo esto es posible gracias a Dios”, dice Patricia, quien comparte con sus cuatro hijos biológicos la entrega por los que más necesitan. “No existe mayor premio que ver vidas cambiadas”, afirma.

CASA DE CAMPO
El Hogar está ubicado en la localidad de J. A. Saldívar, departamento de Capiatá, a 28 kilómetros de Asunción. Aquí “el trabajo empieza de cero” con cada niño que llega. “Vienen con malos hábitos, faltos de toda educación, con vocabulario sucio, pero después de cierto tiempo se convierten en seres que se aman a sí mismos y están dispuestos a darse por los demás”, explica una de las líderes.

Esta es una gran familia. Recorriendo la propiedad se ven niños por todas partes, adolescentes estudiando y encargándose del orden y la limpieza. Todos ellos han llegado con orden judicial, no para adopción, ya que cuentan con familiares (que no pueden brindarles la atención que necesitan). Todos estudian, la mayoría en la escuela que funciona en el mismo Hogar. Allí viven, se recrean, se capacitan y, lo más importante, sienten el amor de Dios en sus vidas y son transformados por él.

En el comienzo Patricia recibió a los niños en su casa y los mantuvo gracias a la venta de obras de arte en su galería, más el aporte solidario de personas que creían en este proyecto . “Siempre desee que el Señor maneje mi vida. El planteo era: o vendía cuadros o me dedicaba a estos niños. Y la prioridad era dedicarme a ellos, a su parte espiritual, a que tengan la familia que nunca tuvieron. No tenía sentido salir a trabajar dejando en casa un batallón de niños que reclamaban mi presencia, el amor de mamá, el conocer de Dios. Entonces un día le dije al Señor: Señor yo me ocupo de tus hijos como mamá y tú te ocupas de la provisión”.

Y fueron llegando las provisiones, sin que ella las buscara. Miembros de iglesias y diferentes ministerios empezaron a golpearle la puerta para ofrecer alguna ayuda, alimentos o vestimenta. Desde 2006 el Hogar cuenta con casa propia, gracias a la generosidad de una familia que donó su casa de fin de semana y un predio de 4 hectáreas de tierra roja. Con la colaboración de muchas personas se reconstruyó un galpón pasó a ser el pabellón de varones y la iglesia Raíces construyó otro para las mujeres.

PROVISIÓN Y MISIÓN
Con la creación de la Fundación Unidos por Cristo y la obtención de la personería jurídica, el Estado paraguayo otorgó una subvención, que cubre aproximadamente la tercera parte del presupuesto del Hogar.

No falta el apoyo de familias solidarias, iglesias y empresas nacionales con compromiso social. Sin embargo, el déficit es una sombra permanente y periódicamente Patricia lanza una campaña para combatirlo, compartiendo necesidades puntuales en su Facebook.

Además de colaboraciones materiales, el hogar siempre da la bienvenida a misioneros de diferentes partes del mundo, que puedan ayudar en la educación cristiana de los niños. También hay necesidad del servicio de odontólogos, médicos, peluqueros, fontaneros, electricistas, pintores, albañiles, etc.

Desde 2010 funciona en el predio una escuela cristiana de nivel inicial y escolar básica, que está abierta a la comunidad. “Queremos cambiar la educación. Aquí la enseñanza está basada en los principios de Dios”, explica Patricia.

Patricia afirma que sólo les pide dos cosas a sus doscientos veinte hijos: Que estudien mucho para salir adelante, y que prediquen el Evangelio. “Mis chicos están entrenados todos para ser misioneros. Ya nos fuimos a Chile y a Brasil, estuvimos en las favelas de la Ciudad de Dios. Ellos están capacitados para llevar la Palabra. Nuestro hogar es misionero”, explica.

Ya hay tantos líderes formados que tienen la capacidad de abrir nuevos centros . “Estamos abriendo un Hogar Unidos por Cristo en Ciudad del Este, un lugar donde hay mucha droga y mucha prostitución infantil”, comenta Bozzano.

LUGAR PARA EL AMOR
A lo largo de 18 años ha habido festejos de cumpleaños infantiles, celebraciones de quince anos para las chicas, bodas y nacimientos.

“Siempre hay oportunidad para cambiar de una vida desordenada a una digna”, afirma Karen, una joven de 24 años que llegó a Asunción –la capital del país- procedente de Curuguaty cuando tenía solo cinco años. Huérfana de madre y un padre ausente, con 8 hermanos esparcidos por diferentes lugares, no tuvo el apoyo familiar que todo niño necesita.

A los 17 años ingresó en el Hogar Unidos por Cristo tras un allanamiento en el prostíbulo donde trabajaba. Como era menor de edad fue enviada por orden judicial a este refugio de amor y allí empezó a cambiar de vida. “No fue fácil salir de la prostitución. Aquí debía cumplir las reglas a las que no estaba acostumbrada, además formar parte de una vida familiar que yo no conocía. Nunca tuve personas que me hablaran ni me orientaran sobre los valores”, manifiesta.

Desde hace tres años, Karen está casada con Ramón, un joven de 25 años que también tuvo una vida llena de problemas. Ambos son líderes en el Hogar. “Trabajo como coordinadora de las niñas en la escuela”, comenta Karen, quien quiere darle a sus hijos lo que ella no tuvo: una familia. Por su propia experiencia, ella puede comprender a las chicas que recién llegan. No quisiera que otras pasen por lo que ella pasó y recomienda a las adolescentes que “digan no a las soluciones fáciles como la prostitución”. Añade que “una se siente usada, sucia y se expone al contagio de enfermedades de transmisión sexual”.

“Hay que estudiar y trabajar en algo decente”, insiste.

OTRA NUEVA FAMILIA
María Elena, de 29 años, lleva 10 en el Hogar y se desempeña como encargada en la escuela. Casada y madre de una nena de 4 años, dejó atrás una vida de drogadicción. “Llegué a lo más bajo que una persona puede llegar”, confiesa. Y allí conoció a Patricia Bozzano y su familia. “Con los años, mi vida cambió completamente. Se me inculcaron valores como la comprensión, el amor, la tolerancia, la paciencia, todo lo que le faltaba a mi vida”.

“La droga destruye completamente a la persona. Gracias a Dios conocí el Hogar Unidos por Cristo y también otra institución donde me ayudaron a dejar las drogas. Cuando más necesité, le clamé a Dios y él me ayudó. Ahora estoy sana y puedo ayudar a otras personas a salir de la adicción”, afirma.

ADOLESCENTE REBELDE
Silvia, de 21 años, fue llevada al Hogar por sus padres porque era una adolescente muy rebelde. En cuatro años ha cambiado completamente. Hoy ayuda en la peluquería, cocina para los niños, valora a su familia y visita a sus padres los fines de semana. “Los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos. Me costó trabajo comprender eso, pero ahora le estoy agradecida a mi familia por haberme hecho conocer el lugar donde vivo actualmente y donde hay mucho amor y respeto entre todos los integrantes de la gran familia”, expresa.

Lo más impactante del Hogar Unidos por Cristo, es que recibe a niños y adolescentes drogadictos y enfermos, que han sido abusados y abandonados, o que han estado involucrados en grupos criminales. Muchos de ellos fueron rechazados en otros hogares, por considerarlos casos perdidos. Sin embargo, en este lugar todos ellos se recuperan.

Autores: Verónica Rossato

Fuente: Protestante Digital