Por qué pureza significa mucho más que virginidad.
Nunca olvidaré su rostro y sus ojos inundados en lágrimas, mientras contaba la historia de su oscuro pasado sexual.
Sin embargo, lo irónico de esto es, que ella no estaba tan preocupada por lo que había hecho – ya que sabía que Dios la había perdonado y había limpiado su pasado –lo que más le preocupaba era lo que otros pensarían de ella.
¿Y si los miembros de su iglesia se enteraran? ¿Alguna vez encontraría alguien que la amara? ¿Es que acaso ella merecía esa clase de amor?
Estaba recién convertida, y Dios la había sacado de las trincheras de la adicción sexual y la llevaba al inicio de una nueva vida. Pero de pronto se sintió confundida. Las mismas personas que predicaban de la gracia y el perdón de Dios, parecían ser las mismas que continuamente le recordaban su oscuro pasado.
Hace poco escuchó en la iglesia que cuando te compartes sexualmente, compartes un pedacito de tu corazón que jamás podrás recuperar. Si eso es cierto, ¿acaso le quedaba algo? Su “corazón” había sido compartido tantas veces en los errores de su pasado… ¿quedaba algo para compartir?
Es importante honrar a Dios con nuestros cuerpos, pero ¿desde cuándo nuestra santidad tiene que ver con quienes somos, y no con todo lo que Cristo es?
Si creciste en un ambiente cristiano, con seguridad has escuchado más de alguna vez, al menos una de estas terribles analogías:
Tu pureza sexual, una vez que la pierdes es como…
“Cinta adhesiva que pierde el pegamento”
“Papel roto”
“Chicle que ya fue masticado”
“Un regalo que ya fue abierto”
Mientras entiendo la mentalidad detrás de estos mensajes, mi problema con estas analogías, y de hecho con todo este tema, es que presenta la “pureza” como un acto unidimensional.
Primero la tienes, después ya no. Está desaparecida, perdida, terminada. En un abrir y cerrar de ojos, el prospecto de ser “puro” y santo se ha borrado.
Esta mentalidad es muy peligrosa porque nos confunde a tal punto de creer que todo nuestro valor como creyentes, como solteros y solteras “elegibles” radica solo en esta única característica de quienes somos.
Por favor no me mal entiendas, creo que es importante honrar a Dios con nuestros cuerpos, pero ¿desde cuándo nuestra santidad tiene que ver con quienes somos, y no con todo lo queCristo es?
Iglesia, recordemos que la Pureza Sexual no es la parte más importante de quienes somos –la pureza espiritual sí lo es– una pureza que emana de nuestra vida entera porque Dios nos ama como a sus preciosos hijos y Su gran poder obra dentro de nosotros.
Somos seres multidimensionales, con cuerpo, mente y espíritu. Así como es de importante para nosotros buscar la pureza de nuestros cuerpos, también lo es entender que la pureza no es una experiencia de una sola vez, es un proceso –un proceso que nace en nosotros por medio del Espíritu de Dios que redefine cada cosa que hacemos.
Jesús nos llama a la pureza de nuestras vidas mediante la transformación de nuestra mente:“Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón.”; de nuestros corazones: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”; de nuestros cuerpos: “Huyan de la inmoralidad sexual”; y aun de nuestros pensamientos: “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro… en esto pensad.”
Nuestra historia sexual siempre nos impactará, pero no tiene por qué gobernarnos, ya que servimos a un Dios de restauración, de redención, perdón, gracia y amor. Nuestra pureza no se basa únicamente en el estado de nuestros cuerpos físicos –es más que eso, es la condición de nuestras almas; almas destinadas a estar completa, total y únicamente entrelazadas con la persona de Cristo Jesús.
Pasamos mucho tiempo argumentando acerca de la pureza física, sin desafiar a esta generación a vivir una vida que al estar llena del Espíritu, centrada en Cristo y nutrida por Dios, manifiesta esa pureza como un resultado natural.
La gloriosa verdad es que no importa quién eres o qué has hecho, no importa qué tan oscura es tu historia sexual, o qué tan desviado haya estado tu pasado, tu estado físico y tu historia sexual no te definen. Lo que te define es Jesucristo: viviendo, nutriendo y trabajando en tu vida aquí y ahora. No permitas que la culpa te impida experimentar Su sanidad y transformación. Nuestra historia sexual siempre nos impactará, pero no tiene por qué gobernarnos, ya que servimos a un Dios de restauración, de redención, perdón, gracia y amor.
No permitas que nadie te defina por nada menos que la bondad y gracia de Dios. Así que ve, y se transformado.
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Artículo original de RELEVANT MAGAZINE en este enlace.
Robert Lora
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