«Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.
El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias.
Le da ella bien y no mal, todos los días de su vida.
Busca lana y lino, y con voluntad trabaja con sus manos.
Es como nave de mercader; trae su pan de lejos,
Se levanta aún de noche y da comida a su familia
Y ración a sus criadas.
Considera la heredad, y la compra,
Y planta viña del fruto de sus manos.
Ve que van bien sus negocios,
Su lámpara no se apaga de noche.
Aplica su mano al huso, y sus manos a la rueca.
Alarga su mano al pobre y extiende sus manos al menesteroso.
No tiene temor de nieve por su familia porque toda su familia está vestida
Con ropas dobles. Ella hace tapices; de lino fino y púrpura es su vestido.
Su marido es conocido en la puertas, cuando se sienta con los ancianos de la tierra.
Hace telas y vende, y da cintas al mercader.
Fuerza y honor son sus vestiduras, y se ríe de lo por venir.
Abre su boca con sabiduría y la ley de clemencia está en su lengua.
Considera los caminos de su casa, y no come pan de balde.
Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba;
Muchas mujeres hicieron el bien; más tú sobrepasas a todas.
Engañosa es la gracia y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.
Dadle del frutos de sus manos. Y alábenla en las puertas sus hechos.
Robert Lora
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