¡Qué diferencia de las imágenes festivas y de rostros sonrientes que se tomaron de la ceremonia matrimonial! Todas las fotografías mostraban una faceta feliz del evento. Como si estuvieran posando para un comercial de televisión. Sin embargo era real. En ese momento todo iba bien.
Meses después comenzó el calvario. Lo que jamás imaginó. Los enfrentamientos se producían por cualquier insignificancia. Era una mujer sumamente celosa. Veía amantes hasta en las vecinas a las que saludaba. Un día que sonrió a una señora que le concedió puesto en una fila, su esposa la ofendió. Y después, delante de todos, lo trató de descarado por relacionarse públicamente con sus enamoradas.
El sacerdote le recomendó tener paciencia. Le sugirió incluso que entregara el sufrimiento a uno de los millares de santos del catolicismo. La vecina de enfrente le habló sobre pócimas mágicas que desalentarían a su esposa de cualquier discusión.
Solamente un pastor evangélico a quien consultó al respecto, le sugirió ir a Jesucristo en oración. “Es la solución a las situaciones de crisis, porque Él calma la tempestad.”, le dijo.
Robert Lora
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