Yo sé bien que tú lo puedes todo, que no es posible frustrar ninguno de tus planes. – Job 42:2 (NVI)

Cuando Moisés dijo a los líderes hebreos todo lo que Dios había prometido lograr «El pueblo creyó. Y al oír que el Señor había estado pendiente de ellos y había visto su aflicción, los israelitas se inclinaron y adoraron al Señor» (Éxodo 4:31, NVI). Cuán emocionados deben haber estado los israelitas sabiendo que Dios iba a liberarlos. Tal vez se imaginaron una manera rápida, un éxodo fácil. En cambio, su situación empeoró. El faraón no estaba a punto de liberarlos simplemente porque Moisés lo pidió; de hecho, él impuso exigencias más estrictas sobre ellos. Así que en lugar de inclinarse y adorar a Dios, los israelitas se quejaron.

A veces soy como los israelitas. Confío en la dirección de Dios y le adoro alegremente. Cuando el camino se torna rocoso, en vez de volverme a Dios, me quejo. En lugar de ver los obstáculos como oportunidades para confiar en Dios, me desanimo.

Muchas veces en la Biblia, las circunstancias empeoraron antes de que las promesas de Dios se hicieran realidad: José fue encarcelado antes de convertirse en un líder; a Abraham se le pidió que sacrificara a su hijo antes de convertirse en el padre de las naciones. Pero Dios continuó obrando en sus vidas y continúa obrando en la nuestra. Al saber que Dios está siempre presente, podemos adorar aun en tiempos difíciles.

Georgia Bruton (Carolina del Norte, EE.UU.)