Iba de tránsito hacia Bogotá, capital de mi amada Colombia. En medio de la turbulencia que atravesaba el avión, una lluviosa mañana, un hombre entrado en años que viajaba compartiendo silla, sonrió y me dijo: “Tal como es el mundo hoy, no hay mucho que ver y si hoy es el día de partir, pues iremos a la eternidad”.

Hablar, aunque poco, me permitió descubrir dos cosas: la primera, que era muy agradable para dialogar. Dominaba los temas, era cuidadoso al expresar cada palabra, y sin duda, estaba al día de cuanto ocurría en el mundo entero. La segunda, que la empresa de ensamble de electrodomésticos de la que era duelo y gerente, le permitió gozar de  cierta estabilidad económica pero su relación familiar había terminado en fracaso.

–Con decirle que me divorcié hace diecisiete años, y llevo más de seis meses sin hablar con mis dos hijos—comentó.

Un verdadero drama. Él iba a cumplir una cita de negocios. Debía regresar a Cali en la noche. Un ciclo de trabajo sin descanso: una familia destruida y la íntima sensación de vacío que asistía cada día de su existencia.

Sin embargo, él no es el único. Infinidad de personas en todo el mundo atraviesan una situación similar. Tienen solidez económica, pero moral y espiritualmente, se encuentran en bancarrota.

Recuerdo el caso de una joven madre de familia, ejecutiva bancaria, a quien visité en la sala de cuidados intensivos de una clínica. Había intentado quitarse la vida. Era el segundo intento. “No concibo un minuto más. Estoy desesperada. Quiero morirme”, fueron las desalentadoras palabras con las que me recibió. Su rostro reflejaba desolación.

¿Qué hacer? Encontrarle sentido a la vida. No es algo que podamos alcanzar mediante técnicas orientales. Tampoco mediante principios de auto ayuda. Quizá logre resultados, pero no serán sostenidos ene l tiempo. Su duración será efímera.

Probablemente y como escribe el empresario, Patrick Morley, usted es de las personas que están luchando por escalar al éxito, pero terminan su vida en ruina personal. El reconocido autor y conferencista asegura que: “Cuando decidimos entrar en la “carrera de ratas”—el afán de alcanzar la felicidad sin lograrlo jamás–, muy pronto aparecerán fracturas en nuestras relaciones personales, y en poco tiempo vendrá el derrumbe total. Desafortunadamente en esta lucha por alcanzar un buen nivel de vida, con demasiada frecuencia muchas personas  dejan atrás una estela de relaciones rotas”(Patrick M. Morley. “El hombre frente al espejo”. Editorial Vida. 2002. Estados Unidos. Pg. 31)

Cuando vamos de la mano del Señor Jesús, los logros—cualesquiera que sean—traerán satisfacción a nuestro mundo interior, y se reflejará en lo que hacemos.

Vidas que impactan y transforman el mundo

Cuando aprendemos, asimilamos y ponemos en práctica los nuevos parámetros de vida que enseña La Biblia, sentamos las bases para un liderazgo eficaz que transforma el mundo. Ejercemos influencia en los demás. Nuestros pensamientos renovados, se manifiestan con hechos (Cf. Romanos 12:2)

Testimoniamos de una nueva con nuestras acciones, que impactan e influencian entre quienes nos rodean: “Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Así que por sus frutos los conocerán. »No todo el que me dice: «Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.”(Mateo 7:19-21, Nueva Versión Internacional)

Un liderazgo efectivo, camino al éxito, es aquél que ejerce influencia entre los demás, y sienta bases para el cambio y crecimiento. Cuando alguien me pregunta cómo defino éxito, mi respuesta—tal como se la compartí a un líder del Pacífico colombiano, en el hermoso puerto de Buenaventura, es esta: “Éxito es la plena realización de los dones y talentos de Dios en nuestra vida”.

La razón es sencilla. La posición social, el nivel académico o la disponibilidad económica de alguien, no determina que sea exitoso. Conozco personas con mucho dinero, pero con matrimonios desechos; también profesionales con varios títulos de post grado, que protagonizan escándalos y tratan mal a su familia…

Usted debe reemprender su proyecto de vida. ¿De qué manera? Permitiendo que Dios ocupe el primer lugar en su existencia, en su familia, en su trabajo y en todo cuanto hace. ¡Los resultados serán sorprendentes.