Recuerda el contexto. La palabra clave del capítulo es “fe” (“creer”). Hijos de Abraham son “todos aquellos que creen” (v.11). Necesitamos tener el parecido familiar. Tenemos que seguir las pisadas de la fe de Abraham (v. 12). Debemos creer como él creía. Necesitamos tomar a Dios por Su Palabra tal como lo hizo Abraham (v.3).
Pablo establece en este pasaje que Abraham no solamente no fue justificado por el rito de la circuncisión, sino que tampoco fue justificado por el hecho de haber guardado la ley mosaica. El hombre nunca ha estado en capacidad de acercarse a Cristo por medio de una ceremonia o un patrón externo de conducta.
Heredero = poseedor
La promesa mencionada en el versículo 13 no se encuentra con exactamente las mismas palabras en ninguna parte del Antiguo Testamento. En ninguna parte del Antiguo Testamento Dios dice, “Abraham, tú serás el heredero del mundo”. No hay tal versículo. Esta es la manera de Pablo de describir las bendiciones y las riquezas que pertenecerían a Abraham y a su simiente.
Note que esta promesa no es sólo para Abraham, sino también para toda su descendencia (ver v. 13 y v. 16 – “para toda su descendencia”). Gen. 12:3, 15:6, 18:18, 22:18
¿Cuál es la promesa? ¡Que vamos a ser herederos del mundo juntamente con nuestro Hermano mayor! Rom. 8:17a.
Al analizar la promesa surgen cuatro factores significativos:
- La promesa incluía una tierra Gen. 15:18-21 en la que Abraham habría de vivir pero que no sería poseída hasta unos 5 siglos después cuando Josué condujo a los israelitas a su conquista de Canaán.
- La promesa incluía un pueblo, Gen. 13:16, 15:5, el cual llegaría a ser tan numeroso que no podría ser contado, como el polvo de la tierra y las estrellas del cielo.
- La promesa involucraba una bendición para el mundo entero a través de los descendientes de Abraham Gen. 12:3.
- La promesa se cumpliría con la entrega de un Redentor, quien habría de ser un descendiente de Abraham y por medio del cual todo el mundo sería bendecido con la provisión de la salvación eterna. El hecho de dar esa promesa a Abraham equivalía en esencia a predicarle el evangelio Ga. 3:8. Abraham creyó ese evangelio.
De modo que la promesa es para Abraham y para todos sus hijos espirituales (“todos los creyentes” –v.11). La promesa es que Abraham y todos los creyentes serán herederos del mundo y que poseerán la tierra.
La verdadera Simiente de Abraham es nadie menos que el Señor Jesucristo (ver Gálatas 3:16). Es Jesucristo (el Mesías de Dios, el Rey ungido de Dios—Salmo 2:1-2) quien poseerá la tierra de acuerdo con el Salmo 2:8 (comparar también v. 12). La tierra le pertenece a ÉL. Es Su Reino. Abraham y toda su descendencia espiritual (creyentes) compartirán las bendiciones de este reino.
De modo que la expresión “herederos del mundo” significa esencialmente “participar del reino de Cristo”.
De acuerdo con Romanos 4:13, ¿cómo llega una persona a ser participante del reino? ¿Cómo llega una persona a ser heredero del mundo? No por medio de la ley, sino por medio de la fe. Si fuera por medio de la ley, esto incluiría lo siguiente: obras, tratar de cumplir las demandas de Dios como han sido dadas en la ley, tratar de ganar el favor de Dios obedeciendo la ley de Dios, tratar de ganar las bendiciones de Dios, tratar de hacerse digno, tratar de obtener una recompensa como pago por un trabajo realizado, esforzarse, esmerarse, etc. La fe opera bajo un principio totalmente diferente: Dios da y yo recibo. No merezco nada de ello, pero Dios me da lo que no merezco (eso es gracia).
La Ley y La Fe. Vs. 14-15
A modo de argumento, Pablo asume algo que no es verdad. Aquí hay grandes contrastes: la ley o la gracia; las obras o la fe; el sistema de méritos o la dádiva y el inmerecido favor de Dios; cumplir la ley de Dios o creer en la promesas de Dios. La ley requiere obediencia perfecta; la salvación requiere de la gracia y de la misericordia de Dios. El camino de la ley está basado en los mejores esfuerzos del hombre, que nunca son suficientes; el camino de la fe se basa en la obra acabada de Cristo en la cruz (Juan 19:30), que es totalmente suficiente. La ley de Dios condena absolutamente al mejor hombre; la asombrosa gracia de Dios justifica gratuitamente al peor de los hombres. Por la ley el pecador está condenado y bajo la ira de Dios, por la gracia, el pecador es salvo y está bajo las alas de Dios. La ley y la gracia siempre son principios opuestos (ver Romanos 11:6).
Si los que son de la ley son los herederos, entonces no es mi fe lo que cuenta, sino lo que cuenta son mis obras. Tengo que ganarme el camino al reino por mis obras y por mi obediencia a la ley. Por supuesto, llegar a ser salvo por la ley es totalmente imposible (ver Lucas 10:25-28—“haz esto y vivirás”, pero ningún pecador es capaz de hacer jamás estas cosas). De modo que la promesa quedaría sin efecto. Nadie podría ser heredero y nadie podría entrar en el reino. Todos los injustos violadores de la ley quedarían excluidos (comparar 1 Cor. 6:9-10 y Efesios 5:5).
La ley solo produce ira. Porque por medio de ella es el conocimiento del pecado Rom. 3:20. La ley nunca fue dada como un medio de salvación, ni siquiera para los judíos. La ley solo puede acarrear una maldición, no una bendición (Gálatas 3:10). ¿Por qué? Por mi condición de pecador. Un pecador no puede cumplir la santa ley de Dios, por lo cual soy un violador de la ley. La ira de Dios tiene que caer sobre mí. Los quebrantadores de la ley merecen la muerte. Los que guardan la ley, merecen la vida, pero ¿cuántos de nosotros hemos realmente guardado la santa ley de Dios, perfectamente, todos los días de nuestra vida?
La ley no trae justicia ni bendición ni herencia, sino sólo trae la ira de Dios. Si el hombre pudiera guardar la santa y perfecta ley de Dios, entonces la ley traería vida y bendición (Lucas 10:28). La ley produce ira, porque el hombre pecador quebranta la ley. Donde hay ley, hay trasgresión, y donde hay trasgresión, tiene que venir la ira de Dios. La ley produce ira, condenación y muerte (comparar 2 Corintios 3:7, 9). Cuán torpes son aquellos que quieren ponerse bajo las imponentes demandas de la santa ley de Dios. Pablo dice que ni siquiera esas personas guardan la ley (Gálatas 6:13). Pedro está de acuerdo con Pablo (Hechos 15:9-11). El Señor Jesús dijo, “Ninguno de vosotros cumple la ley” (Juan 7:19).
Bueno… ¿entonces como viene la promesa? Podemos ser positivos en los siguientes versículos. Negativamente hablando, no viene por la ley. La ley hace nula la fe, la hecha fuera, deja sin efecto la herencia prometida, trae ira, y transforma el pecado en algo aún más horroroso: la transgresión. Hablando positivamente, la promesa viene tal como Pablo nos ha venido mostrando desde la gran declaración en 3:21: viene por la fe, como lo hace nuestra justificación. 3:22, 25, 26, 27, 28 y 4:5.
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