Al menos treinta y seis personas fallecieron este pasado domingo 17 de junio en Nigeria como consecuencia de varios atentados perpetrados contra tres iglesias cristianas (dos evangélicas y una católica), a lo que se añadieron posteriores actos de venganza sufridos por la población musulmana. 

La masacre inicial, atribuida a los seguidores de la secta islamista Boko Haram, fue llevada a cabo con vehículos cargados con explosivos en las ciudades de Zaria y Kaduna . Los automóviles superaron el habitual perímetro de seguridad que suele rodear las instalaciones religiosas ubicadas en el norte de Nigeria, de mayoría musulmana.

La actuación terrorista se realizó de forma sincronizada cuando se celebraban ceremonias en su interior. Las detonaciones se cobraron la vida de 36 personas y dejaron más de 150 heridos, aunque existe el temor de que el saldo final sea mucho mayor. «He visto muchos cuerpos en el suelo, pero no sé cuántos muertos o heridos hay», relató un vecino de Kaduna, poco después de las deflagraciones.

Las acciones contra las iglesias, atribuidas a los seguidores del movimiento Boko Haram -cuyo nombre significa «la educación no islámica es pecado» y que persigue imponer la ley islámica-, han tenido lugar en una de las provincias donde la tensión interreligiosa es mayor . La zona vivió intensos enfrentamientos en 2000 con más de un millar de muertos y también se produjeron sangrientos disturbios tras las polémicas elecciones presidenciales del pasado año.

El conflictivo pasado de Nigeria ha generado una segregación religiosa con mayorías musulmanas en el norte y cristianas en el sur, circunstancia que se generaliza en el denominado Cinturón Medio, una región del centro de Nigeria caracterizada por la heterogeneidad de pueblos y culturas.

Vía AC