En cierta ocasión alguien le dijo a un Rey de Israel: Dios está contigo porque estás en los montes, pero si bajas al sitio más bajo, al valle, Dios te abandonará. Y Dios dijo ‘¡No! Yo también te daré la victoria, aun cuando creas que no tienes nada’. Bienaventurado aquel que puede atravesar un valle de lágrimas y cuando está en el valle del dolor -en ese momento cuando uno se pregunta tantas cosas y hay tan pocas respuestas de parte de Dios- aun así puede transformar el valle en bendición y de ese dolor puede aprender algo.