Una fiesta que no tiene final, será la que celebraremos cuando partamos de este mundo y vayamos a la eternidad con Dios. Yo lo imagino así. Va a ser una fiesta sin final, con música probablemente muy diferente a la que estamos acostumbrados. Estaremos cantando y alabando a Dios en nuestros nuevos cuerpos gloriosos. Estaremos vestidos de majestad. ¡Qué emoción!

…y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.

Juan 10:28-30 (RVR 1960)

Al no haber llanto ni dolor celebraremos una fiesta

Llegaremos a vivir con Jesús en ese lugar donde no habrá más lágrima, muerte, llanto ni dolor. Por tanto, siento que estaremos como en una fiesta que no tiene final. Estaremos gozosos, como Dios nuestro Padre ama que estemos y tendremos tantas razones para celebrar. Así como hemos visto que el hijo pródigo fue recibido como lo fue por su padre, imaginen ¡cómo nos recibirá nuestro Amado Dios!

Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.

Apocalipsis 21:3-4 (RVR 1960)

Un final más que feliz

Por eso, el día que nos toque partir de este mundo, de esta tierra, estaremos felices. No tendremos temor alguno, porque sabemos que Dios cumple todas Sus promesas. Y nos ha prometido ese mundo sin tristezas ni enfermedades. ¿Qué más podríamos pedir?

Para nosotros partir de este mundo es estar con Jesús, y eso nos causa la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento. No importa cuántas pruebas pasemos aquí, cuando creemos en Dios sabemos que nos espera un final más que feliz.

CVCLAVOZ.