Todos tenemos áreas de nuestra vida que nos gustaría cambiar, esos hábitos de los que no nos sentimos nada orgullosos.
Muchos de nosotros queremos dejarle todo el trabajo a Dios y no ponemos de nuestra parte. Si bien es cierto que el único que puede transformar nuestra vida es Dios, también necesita que nosotros dispongamos nuestro corazón y vida para que actúe de una forma más efectiva.
Yo no puedo orar y pedirle a Dios que me ayude a cambiar, mientras yo no pongo absolutamente nada de mi parte. Dios es caballero y respeta mucho nuestras decisiones, Él jamás nos va a forzar para cambiarnos, Él no nos va a doblar la mano y a obligarnos para que de una vez por todas cambiemos, ¡No!, todo cambio que Dios quiere realizar tiene que tener como terreno un corazón dispuesto a ese cambio y una vida obediente a sus instrucciones.
Pero la pregunta es: ¿Qué se necesita para realmente cambiar?
Primero: Reconocer que tengo un problema. Hay mucha gente que no puede cambiar porque no reconoce que tiene un problema, el orgullo es una de los obstáculos mayúsculos que nos querrán evitar el cambio. La Biblia dice: “El orgulloso y arrogante al fin de cuentas fracasa.” Proverbios 16:18 (Traducción en lenguaje actual). Pero en contraste con la humildad dice: “El orgulloso termina en la vergüenza, y el humilde llega a ser sabio.” Proverbios 11:2. Reconocer que tengo un problema es el inicio de un posible cambio.
Segundo: Someterme a Dios. Cuando reconocemos que tenemos un problema y nos sometemos a Dios entonces vamos camino a una recuperación y restauración. Someterme a Dios tiene que ver con restaurar mi comunión personal con Él. La Biblia dice: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.” Santiago 4:7 (Reina-Valera 1960). Tenemos que comenzar a restaurar aquella relación perdida, comienza a orar, no necesariamente tienen que ser largos periodos, si te cuesta orar, comienza con unos minutos cada día por una semana, y conforme vayas acostumbrándote aumente tu tiempo de oración y tus resultados será aun mejores. Lee la Biblia todos los días, medita sobre algún versículo en especial, escucha y entona una alabanza con las cuales te sientas muy bien delante de Dios, congrégate frecuentemente y conforme al tiempo vaya pasando sirve en alguna área de tu Iglesia, eso te servirá para mantener tu mente ocupada en el Señor.
Tercero: Velad constantemente. Nunca te creas que ya alcanzaste el nivel necesario para ya no fallar o no pecar, nuestro Señor Jesús nos enseño que teníamos que estar velando siempre para no caer en tentación: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” Marcos14:38 (Reina Valera 1960). Una vida espiritual que este prevenida y manteniéndose en comunión personal con Dios, es una vida que a la hora de la prueba saldrá con victoria.
Cuarto: Si fallas, no te rindas, inténtalo nuevamente. Quizá tu lleves a cabo los tres pasos anteriores: Reconociste que tenias un problema, te sometiste a Dios y estuviste velando constantemente, pero a pesar de ello en un momento de descuido fallaste nuevamente y te sientes muy mal, es allí donde el enemigo aprovechara para lanzar sus dardos de fuego sobre tu mente para hacerte creer que eres un fracasado y que nunca podrás cambiar. Es entonces en esos momento en donde debes llevar a la practica este cuarto paso: SI FALLAS, NO TE RINDAS, INTENTALO NUEVAMENTE.
La vida cristiana es un ejercicio diario, si fallas, no puedes rendirte, porque es casi seguro que fallaremos, pero lo mas importante a la hora de fallar no es ese hecho, sino tener la disposición de levantarte y volver a intentarlo con el conocimiento de que ya sabes cómo fallaste y cómo poderlo evitar la próxima vez. La Biblia dice: “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse…” Proverbios 24:16a (Reina-Valera 1960).
¿Realmente quieres cambiar?, entonces te recomiendo estos cuatro pasos, si te das cuenta es un circulo que puede llevarte a la victoria, estos cuatro humildes consejos pueden ser la llave que necesitas para vencer aquellas cosas que hasta hoy te causaban mucho dolor, ya que fallar constantemente a Dios provoca en un hijo de Dios nacido de nuevo, mucho dolor. Por. Enrique Mont
Robert Lora
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