Dicen los más conocidos presidentes de las empresas multinacionales que uno de los secretos del éxito es empezar con el fin en mente. Lo que no muchos de estos grandes empresarios saben es que este principio ya estaba declarado en el libro de Proverbios mucho antes de que ellos usaran pañales.

Es que es cierto; si tú no sabes hacia dónde te diriges, lo más probable es que nunca llegues a ningún lado. Si no hay un fin en tu imaginación, ¿para qué vas a esforzarte? Por eso es que esa visión tiene que estar lo más definida posible.
Veamos cómo lee la cita bíblica en Proverbios 29:18: «Donde no hay visión, el pueblo se extravía».

En otras palabras, si no tenemos una visión, digamos una percepción, una contemplación del lugar al cual queremos desplazarnos, y mucho menos sabemos ni qué es lo que queremos lograr, es como si tuviésemos confirmado y sellado que vamos a terminar dando vueltas y extraviados.
Sin tener una visión clara de lo que queremos lograr, no podemos empezar, y, sin empezar, no podemos ganar.

A medida que vas creciendo, se acerca el momento de ir tomando cada vez más decisiones. ¡No pierdas el tiempo! Investiga, piensa en cuáles son las cosas que más te gusta hacer, y trata de dibujar en tu imaginación un cuadro de a dónde quieres estar en unos años. Cuanto más detalles puedas dibujar o plasmar, mejor te resultará.
Ahora, a todo ese esquema que te has trazado mentalmente, date el gusto de agregarle un poco de sonido estéreo «surround», además de echarle varios aromas y unos cuantos sabores. ¡Listo! Lo próximo es hacerte la siguente pregunta: ¿Qué pasos tengo que recorrer para llegar allí? Haz tus planes, consúltale a Dios, y empieza hoy a construir tus logros y ganancias de mañana. Da comienzo a todo eso desde ya, porque ganar es algo que se planifica. Asegúrate de saber a dónde vas, y entonces empieza a recorrer el camino, no vaya ser que termines extraviado.

Recuerda que si queremos ganar, tenemos que tener visión, trazar objetivos y, por consiguiente, empezar.
Lucas Leys