“Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.” Hechos 13:2-3 (RVR1960).
Varios hombres en la iglesia de Antioquía estaban ministrando al Señor y ayunando, cuando recibieron la instrucción del Espíritu Santo de apartar y enviar a Bernabé y Saulo.
Este relato nos muestra cuán importante es el ayuno, fue precisamente durante este tiempo que el Señor dejó ver cuál era Su voluntad respecto a los hombres que debían ser enviados a Su obra.
No se trata de dejar de comer porque sí, sino de dedicar un tiempo para orar, negando la carne; debemos practicar el ayuno para pedir dirección, para fortalecernos en tiempo de aflicción, para romper cadenas y para consagrarnos en el servicio a Dios.
Sigamos el ejemplo de estos varones, que veían al ayuno y la oración como una manera de fortalecer su relación con el Señor y de esta manera actuar de acuerdo a Su propósito.
Por Cesia Serna
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