Entrégale tu corazón al Señor para que te lleve a la victoria, la grandeza y los privilegios
Como hijos de Dios es importante comprender que todo lo que hacemos tiene trascendencia e impactará nuestro destino. No tener esta convicción provoca que nos desubiquemos, buscando soluciones donde no las encontraremos.
Cuando le dices al Señor: “De aquí en adelante, todo lo que haga será para Ti”, Él te muestra la visión que tiene para tu matrimonio, tu empresa y tu familia.
El Señor pone Sus recursos donde gobierna. Así es también en lo natural porque no le daría dinero para invertir en un negocio a alguien, si no te da el poder para tomar decisiones en ese negocio. Dios es el dueño de todo, puede dar lo mejor de lo mejor, pero debes entregarle lo que eres y pedirle que gobierne tu vida.
En Génesis 35 leemos que Jacob tuvo que huir de su casa, pero luego, en un lugar llamado Betel, hizo un pacto con Dios, quien lo levantó. Claro que tuvo que superar muchas dificultades, pero dejó de quejarse y al final, obtuvo la victoria. Huimos cuando nos sentimos derrotados, pero Betel significa casa de Dios, así que para salir de la derrota debes asegurarte de estar en Su casa y en Su presencia. Jacob encontró la paz con su hermano y además, encauzó la victoria para su familia porque de él descienden las doce tribus de Israel. Raquel, su segunda esposa le dio dos hijos: José que significa “cosecha”, quien fue vendido por sus hermanos, y Benjamín, el último de la familia, cuyo nombre significa “el hijo de la mano derecha” porque contaba con el favor de Dios. Con el tiempo, José llegó a ser un hombre poderoso en Egipto y en época de sequía, le dio provisión a sus hermanos, pero a Benjamín ¡le entregó cinco veces más! Lo mismo sucederá contigo si pones tu vida en las manos del Señor.
Dios también desea encauzarte a la grandeza, tal como lo hizo con tantos hombres esforzados y valientes de la Biblia. En Josué 12:14 leemos que en el proceso de conquistar Jericó, una prostituta llamada Raab cuidó y protegió a los espías israelitas que Josué había enviado. Ella se puso a favor de la justa causa de Dios y recibió recompensa porque al momento de la conquista, ella y su familia recibieron protección. Antes de ser levantada por Dios, nadie quería relacionarse con ella, pero luego, es llevada a grandeza, porque de hecho, ese es el significado de su nombre. Si ahora te sientes humillado o estás desanimado, levanta tu mirada porque ¡Dios te marcó para la grandeza! Además, en Mateo 5 leemos que esa mujer es parte de la línea genealógica de Judá, de la que descienden el rey David y Jesús. ¿Qué más grandeza que ese honor? Dios encauzó su vida hacia la honra y también quiere hacerlo contigo.
El Señor también quiere encauzarte a los privilegios. En 2 Samuel 9 leemos sobre Mefi-boset, hijo de Jonatán, nieto del rey Saúl. La historia de este hombre es de alguien a quien se le devolvieron los privilegios. Saúl fue un hombre que no soportó la unción, se volvió loco con el poder y desobedeció a Dios. La Biblia dice que él cuidaba burros, a diferencia de David, quien pastoreaba ovejas. Si tienes el corazón de un cuidador de burros enloquecerás al recibir la unció del Señor y no sabrás qué hacer con ella, corriendo el riesgo de utilizarla mal. Por el contrario, si tienes corazón de pastor de ovejas, sabrás sobre obediencia porque las ovejas caminan hacia su pastor al escuchar su voz. Dios lleva a privilegios a quienes obedecen y se acercan al escuchar Su voz.
Mefi-boset es el hombre a quien le devolvieron los privilegios por amor a Jonatán, quien había sido gran amigo de David y lo lleva a comer de su mesa. Cuando pones tu vida en las manos de Dios, vienen privilegios, comerás de Su mesa, en paz, gozo y victoria. Mefi-boset significa “el que destruye la vergüenza”. Ahora, cuando escuchen tu apellido, la gente pensará en prosperidad, bendición, honra y dignidad.
Entrégale tu corazón al Señor y aléjate del pasado. Pídele que te muestre la visión que tiene para ti. Ríndele tu vida, sin condiciones ni reservas y trabaja a favor de Su justa causa, para que Él te pase de la tristeza a la victoria, del desprecio a la grandeza y de la vergüenza a los privilegios.
Escrito por el Pastor John Milton
Robert Lora
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