La palabra “pasión” es pequeña pero implica muchas cosas que nos ayudar a lograr el éxito. El diccionario dice que pasión significa “fuerza, ganas y deseo ferviente”. Así que es como un motor que nos mueve a la acción.

Hay muchos ejemplos de personas apasionadas, de hecho, todos sentimos pasión por algo. Michael Phelps es un apasionado campeón de natación, por eso no se conforma con una o dos medallas de oro, sino que tiene ¡catorce medallas doradas! Steve Jobs, cofundador de Apple, tiene pasión por innovar y facilitarnos la vida. Eso lo impulsa a producir dispositivos como computadoras, teléfonos y otros aparatos que nos abren miles de posibilidades de comunicación. De esta forma descubrí que la pasión es contagiosa ya que personalmente soy fanático de la tecnología Mac. Otro ejemplo de pasión es Martin Luther King quien luchó por los derechos de las personas más allá de su raza o el color de su piel. Por eso dijo en su famoso discurso: “Tengo un sueño, sueño que mis cuatro pequeños hijos vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por su carácter”. ¡Eso es pasión que trasciende! Tomas Alva Edison es otro apasionado que nos enseña sobre la tenacidad como característica de la pasión. Él se empecinó en inventar el bombillo eléctrico e hizo pruebas una y otra vez hasta que lo logró. Cuando estás apasionado te contagias de esa “santa terquedad” de lograr lo que te propones. Jesús también es un apasionado porque tiene un deseo ferviente por nosotros.

La pasión es necesaria porque es la energía que mueve tu fe para que te dirijas hacia la meta de cumplir las promesas de Dios en tu vida. La pasión es la gasolina que mueve el vehículo de la fe, así que debes aprender a manejarla positivamente. Además, es importante comprender que hay pasiones negativas y positivas que debemos aprender a identificar.

La Biblia nos advierte que las pasiones tienen la capacidad de tentarnos, llevarnos y seducirnos. Por eso, debemos tener cuidado para evitar que nos conduzcan al pecado y a la muerte. Por ejemplo, una mala pasión sería desear a la mujer de tu prójimo. Por el contrario, una pasión positiva es aquella que sentiste el día que conociste a Jesús y escuchaste que te dijo: “Hijo, te amo, deseo que estés a Mi lado, eres Mi pasión”. Tu familia, tu vida, tu trabajo y tu relación con Dios necesitan pasión. Debes recuperar esa tenacidad y capacidad de contagiar tu entusiasmo por lo que amas.

Otro hombre apasionado que admiro es Elías porque se empeñó como único profeta de Dios en medio de un pueblo que había perdido la fe. La Palabra nos dice que Elías era hombre de pasiones  pero no lo dice en el sentido negativo, sino que se refiere a su entusiasmo y tenacidad. Él tenía un deseo ferviente porque el pueblo creyera en Dios, por eso oró para que no lloviera y de esa forma demostrar que era el profeta del verdadero Señor. Imagino que pidió: “Padre ayúdame para que vuelvan a creer en Ti, responde a mi súplica para demostrarles que existes”. Dios lo escuchó y cerró las ventanas de los cielos hasta que el profeta considerara que el pueblo estaba listo para recibir bendición.

Luego, vemos que su pasión lo llevó a desafiar a los 850 profetas de dioses falsos al decirles que solamente el verdadero Dios respondería con fuego para el sacrificio que habían preparado. Entonces, se dirige nuevamente al Señor para que lo respalde y al ver Sus maravillas, el pueblo crea de nuevo. La fe y pasión de Elías se alinearon con la pasión de Dios por Su pueblo, por eso, fueron testigos de las manifestaciones de la gloria del Señor. Lo mismo sucederá en tu ciudad si a tu fe y pasión les sumas la pasión del Padre por Sus hijos. El resultado será la manifestación gloriosa de Dios en la vida de quienes te rodean.

Dios está apasionado contigo, tiene ganas de ti. Nunca olvidaré el día que me entregué a Jesús y escuché que alguien me dijo: “Chepe Putzu, Dios te ama y anhela vivir contigo, tú eres Su ilusión y pasión”. Lo mismo te digo, tú eres la ilusión del Señor, eres Su deseo ferviente. A Jesús no lo sostuvieron los clavos en esa cruz sino el anhelo de tenerte junto a Él, ya que nadie muere en una madero si no es por amor. Déjate amar por Dios quien pagó un altísimo precio por tu vida. Para Él no hay nada más importante y precioso que tú. Cierra tus ojos y escúchalo dándote ánimo, diciéndote: “Vamos hijo, tú eres Mi pasión, soy tu seguidor más ferviente, estoy dispuesto a buscarte una y otra vez hasta que te convenzas de Mi amor por ti”.

Jesús reveló esa pasión al encontrarse con la samaritana y pedirle de beber porque sabemos que Él no se refería al agua que bien pudo tomar por sí mismo. Él hablaba de ¡la sed que sentía por rescatar a esa mujer y llevarla a los pies del Padre Celestial! Descubrir esto me hizo comprender cuánto nos anhela nuestro Señor.

Abre tu corazón y pídele a Jesús que beba de ti como si fueras esa agua que pidió a la samaritana. Dile que te tome, entrégale tu vida, incluso tus pecados que solamente Él puede perdonar. Pídele que acepte lo que eres y serás, reconócele como tu Señor y Salvador quien estará allí para levantarte. Entrégate en Sus brazos y confírmale que quieres seguirle porque Él también es tu pasión.

Pastor José Putzu