Siendo que hay tanto que solemos esconder, cuando se nos sale el temperamento, la rabia nos controla o respondemos hirientemente, se preguntará quien nos escucha: «si esto es delante de todos ¿cómo será en privado?» Es muy importante la imagen que dejamos ver.

Por eso siempre digo que debemos vivir como si nos estuvieran observando. ¡Porque es así! Dios nos observa siempre. Tenemos una carnalidad con la que luchamos desde que nacemos. Necesitamos ser mejores, ser más amables y gentiles, pero nuestra carne pelea con eso. Recordemos la imagen que dejamos ver.

No es que seamos hipócritas, disimulando y haciendo creer. Dios conoce hasta nuestros pensamientos, así que ¿a quién estamos creyendo engañar? ¿A nosotros mismos? Puede ser. No olvidemos que la verdad siempre sale. La mentira tiene patas cortas y se refleja en la imagen que ofrecemos en público y en privado.

Dejemos ver la imagen con control

La idea es que hagamos nuestro mejor esfuerzo a diario por ser personas aferradas a nuestros valores. Personas con las riendas sobre nuestro temperamento, sobre nuestros sentimientos, sobre nuestras palabras y acciones. Solo así, la imagen que dejamos ver será digna de admiración, de respeto.

Esa misma imagen que dejamos ver es la que puede hacer que otros quieran saber cuál es nuestro «secreto». Es destacar por el bien, por lo correcto, por la sensibilidad y cortesía. Hay que destacar por la dulzura, el carisma y la amabilidad en todo momento. Estar prestos a ayudar. Esa es una excelente imagen.

No permitamos dejarnos llevar por la molestia que algo nos pueda causar. No dejemos que nuestra reacción a una ofensa nos convierta en ofensores. La palabra apacible quita la ira, por tanto, seamos los pacificadores. Que esa sea la imagen que dejamos ver en todo momento. La imagen que reflejemos siempre.

CVCLAVOZ.