Cada año al llegar el mes de octubre resurge el debate en torno a Halloween y es común ver en las redes sociales y páginas cristianas gran actividad y debates de creyentes que aportan su parecer respecto al tema. Dentro de este universo podemos encontrar tres tipos de posturas entre los creyentes: 1. aquellos que están totalmente en contra de celebrar esta festividad, 2. aquellos que participan cambiando algunos elementos de esta celebración, o bien, adoptando algún paralelo cristiano (vestirse de personajes bíblicos, la reforma, etc.), 3. y por último, aquellos que no encuentran nada de malo en participar en esta fiesta la cual consideran una celebración cultural totalmente inofensiva.
También es frecuente encontrar a cristianos que justifican su visión favorable frente Halloween con el hecho de que hay muchas otras prácticas y celebraciones en las cuales participamos como iglesia que tienen un origen pagano, como por ejemplo, Navidad. Pero, ¿realmente comparte la Navidad el mismo origen pagano que Halloween? ¿Se puede establecer un paralelo que permita que ambas festividades compartan los mismos valores?
Primero vamos a ver una aportación que hace el Dr. R. Albert Mohler Jr. al respecto:
“Argumentar en contra del Halloween no es igual a argumentar en contra de la Navidad. El antiguo festival de la iglesia de “El día de todos los santos” (All Hallow’s Eve, otro nombre de Halloween) no es para nada entendido y aceptado entre los cristianos como lo es la celebración de la Encarnación en Navidad.” (Mohler, 2014).
Como vemos, partimos de una “falacia por asociación” cuando intentamos equiparar tanto el origen como el significado de las festividades de Halloween y Navidad. Sé que la mayoría conoce las raíces paganas de la fecha de Navidad, que fue instituida el 25 de diciembre por el Emperador Aureliano en honor al nacimiento del inconquistable Sol, o para celebrar el Natalicio del Invicto Sol (274 DC). Para el 336 DC, la Iglesia de Roma tomó este día 25 de diciembre para conmemorar el nacimiento de Jesús, ya que Él es el Sol de los justos. Sin embargo, el objetivo de este artículo no es rebuscar los orígenes paganos de Halloween y la Navidad, sino más bien mostrar que no estamos hablando de lo mismo cuando comparamos la realidad actual de ambas celebraciones.
A esto procedemos a continuación ofreciendo 7 razones para ello:
1. La persona a la que apuntan.
El eje central de la Navidad es la persona de nuestro Señor Jesucristo, su nacimiento y las buenas nuevas de salvación que esto representa (Lucas 2:10-11). Sabemos que en culturas como las de Estados Unidos, y aun en la propia nuestra, se le da un protagonismo central a la figura de Santa Claus (o Papa Noel), pero estos son elementos extraños que como iglesia rechazamos y condenamos. Sin embargo, Halloween por su contenido, símbolos y personajes apunta más a las tinieblas.
2. La cultura que celebran.
Halloween celebra y exalta una cultura de la muerte que está representada en sus símbolos y en los personajes que por lo general las personas se disfrazan (brujas, vampiros, esqueletos, monstruos, etc.). Mientras tanto, la Navidad se centra en la vida, el nacimiento de Cristo (que eso es lo que significa “natividad”) y el reencuentro familiar.
3. Oportunidad para compartir el evangelio.
Los elementos, los símbolos, el mensaje y el ambiente de la Navidad se convierte en un espacio propicio para compartir con nuestros familiares y las demás personas el mensaje del evangelio. Es una excelente oportunidad para recordar el verdadero significado de esta fecha, que es “nos ha nacido un Salvador que es Cristo el Señor”. Debemos señalar que aunque igualmente la festividad de Halloween también representa una buena oportunidad para compartir el evangelio, sería en el sentido contrario (contra cultura). Esto se resume en la profecía dada por Zacarías el día en que habló de nuevo:
“Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por caminos de paz”. (Lucas 1:78-79).
En qué nivel ha sido redimida la festividad.
Como vimos en la cita anterior del Dr. Albert Mohler, los primeros cristianos de Europa intentaron redimir Halloween con el festival de “el día de todos los santos”, sin embargo no se obtuvo el resultado deseado ya bien sea porque no fue entendido entre los cristianos, porque no se sustituyeron los elementos centrales de la práctica pagana o porque simplemente la práctica estaba muy arraigada en la cultura. Pero lo mismo no ha ocurrido con la Navidad, los elementos de la Encarnación han sido asimilados.
Pertinencia para la propia cultura.
La Navidad es una celebración que mundialmente tiene un significado compartido, la vida y obra de Cristo es un hecho que repercute sobre toda la humanidad (Tito 2:11; 1 Tim 2:1, 4; Hch 17:30). Por otro lado, Halloween es una celebración compartida por las culturas anglosajonas, y que no guarda relación con nuestros países latinoamericanos en los símbolos, época del año (clima), ni significado. Es una transculturación sin sentido, en completo desarraigo.
Efectos sobre la cosmovisión de nuestros hijos.
En Halloween los disfraces, las actividades, los dibujos animados y demás contenidos, hacen alusión a prácticas de magia blanca y magia negra. Algunos ven esto como inofensivo, pero como nos enseñan las neurociencias, todo esto va moldeando el cerebro de nuestros hijos de manera que se familiarizan con el mundo de las tinieblas y no lo ven como algo extraño; al contrario, les resulta atractivo. En Navidad casi todo gira en torno al nacimiento de nuestro salvador, y guardando la distancia de los elementos extraños, es más fácil dirigir el interés de los niños hacia la necesidad de redención.
Buscando la gloria de Dios.
Aunque es cierto que en todo lo que hagamos como cristianos debemos buscar la gloria de Dios, no es menos cierto que la Navidad da más espacio para logar esto que el que nos concede Halloween.
En conclusión
Al finalizar estamos conscientes de que para muchos esto es un asunto de conciencia y que como dice el apóstol Pablo “…Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba” (Rom 14:22). No obstante, en la Palabra también tenemos exhortación a tener discernimiento, a no ignorar las maquinaciones de Satanás y ser más sagaces que los hijos de las tinieblas. Es nuestro deber reflexionar en torno a las Escrituras y ver en qué medida estamos cumpliendo con mandamos como el siguiente “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto” (Efesios 5:11-12).
Robert Lora
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