¿No dices lo que piensas por temor a que no lo aprueben? La Biblia nos dice: “Temer a la gente es una trampa peligrosa…” (Proverbios 29:25 NTV). Y esa clase de temor es común entre los que quieren siempre complacer a los demás. Escribió alguien: “La hija “complaciente” es la que trata siempre de agradar a sus padres, a cualquier edad.Desde su boletín de notas hasta la forma en que educa a sus propios hijos… sus decisiones están influidas por las opiniones de sus progenitores. Pero recuerda lo que dijo Pablo: “Cuando yo era niño… juzgaba como niño; pero cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño” (1 Corintios 13:11). 

Una amiga complaciente es la que no sabe decir que no. A lo mejor está llena de resentimiento pero al final siempre aparece y se ocupa de las cosas. Lo que ella considera que es amor y lealtad es a menudo explotado por otros, quienes buscan depender de ella o de alguien que les cuide. La empleada complaciente trabaja siempre muchas más horas de las necesarias sin que nadie la recompense o valore sus esfuerzos, hace el trabajo de otros más holgazanes y se muerde la lengua cuando su jefe o sus colegas se llevan los honores de algo que ella ha hecho. La esposa complaciente es aquella que desea ser perfecta… y al hacerlo se convierte en una versión diferente de la que se enamoró su marido. Una madre complaciente teme que sus hijos no la quieran y piensa que si los disciplina se van a marchar. Al no haber impuesto reglas a sus hijos, al final se pierde esa relación de amistad tan especial de la que se disfruta cuando los hijos son adultos, que es la marca de haber sido buen padre”. Lo único que tendría que preocuparte es que tus palabras y tus hechos agraden a Dios; es decir, Su aprobación es la única que debería importarte.

Fuente: DevocionalesCristianos