Jonatán, hijo de Saúl, tuvo un hijo llamado Mefiboset, el cual quedó lisiado desde niño. Cuando él tenía cinco años, llegó la noticia de que su abuelo Saúl y su padre Jonatán habían muerto en batalla y como en aquellos días, el nuevo rey con frecuencia tomaba posesión del territorio exterminando a la familia del rey anterior, su niñera huyó con él, pero en el apuro, lo hizo caer y quedó lisiado. (2 Samuel 4:4)

Habían pasado 20 años y cierto día, David preguntó: “¿Hay alguien de la familia de Saúl que aún siga con vida, alguien a quien pueda mostrarle bondad por amor a mi amigo Jonatán?”.

-Sí, uno de los hijos de Jonatán sigue con vida, pero está lisiado de ambos pies-Contestó Siba, uno de los siervos de Saúl.

-¿Dónde está? -preguntó el rey.

-En Lodebar -respondió Siba.

Entonces David mandó a buscarlo. Cuando Mefiboset se presentó ante él, se postró hasta el suelo con profundo respeto.

David dijo: -¡Saludos, Mefiboset!

Mefiboset respondió: -Yo soy su siervo.

-¡No tengas miedo! -le dijo David-, mi intención es mostrarte mi bondad por lo que le prometí a tu padre Jonatán. Te daré todas las propiedades que pertenecían a tu abuelo Saúl y comerás aquí conmigo, en la mesa del rey.

A partir de ese momento, Mefiboset comió en la mesa de David, como si fuera uno de los hijos del rey. (2 Samuel 9)

Si analizamos la actitud que tuvo David, nos damos cuenta que procedió de esa manera porque fue agradecido y leal con su amigo Jonatán, quien le había salvado la vida. Aquella ocasión él tuvo la oportunidad de ayudar a su hijo y recompensarlo por todo lo que había sufrido y lo hizo.

No te rehúses a hacer el bien, cuando puedas hacerlo; se agradecido con la persona o la familia de quien te brindó ayuda cuando la necesitaste. No seas una persona ingrata porque Dios te lo demandará.

Si tu pasado te sigue como una sombra por dondequiera que vas y has llegado a pensar que ya no vale la pena seguir viviendo, déjame recordarte que no hay justo desamparado y que Dios sabe recompensar la honestidad, integridad y fidelidad de sus hijos.

A pesar de la situación difícil que estés atravesando en estos momentos di como David: “Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. No pierdas la fe y sigue confiando en sus promesas. Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová”. Salmos 27:13-14

¡Quien pone su esperanza en Dios, jamás es defraudado!

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