Dean recuerda cómo desde muy niño se sentía diferente a sus amigos. Le parecía estar siempre fuera de lugar -cuenta a Life Site News-, no integrado con sus pares. Así se fue afincando en su ser la errada y dañina creencia de ser inferior o responsable en alguna forma por aquello.

No atesora recuerdos filiales gratos. Su padre era alcohólico y un consumidor habitual de pornografía. Al recordar las fragilidades de aquél vínculo está seguro que influyó en su compulsiva vida afectivo-sexual posterior, cuando buscaba en otros hombres una cierta afirmación de valía que nunca recibió de su padre.

Buscaba ser aceptado

Recuerda muy bien su tercer año de preparatoria… cuánto deseaba estar cerca, establecer amistad con aquél compañero de la escuela (guarda en reserva el nombre) que era popular. “Me sentí halagado cuando me aceptó como amigo y hacía lo que fuera por mantener esas amistades”. Fue así como tiempo después durante una noche de pijamas -sin haberlo pretendido conscientemente-, Dean se inició en un juego sexual propuesto por su amigo anfitrión, que incluía correr desnudos y sexo oral. La experiencia no sólo “me robó mi inocencia infantil”, sino que exacerbó la curiosidad por el sexo.

Desde entonces -cuenta Dean Bailey- empezó a obsesionarse con las imágenes de hombres desnudos, arriesgándose cada vez más en sus “encuentros sexuales con diferentes chicos”. A medida que pasaban los años su soledad interior… “intentaba aplacarla teniendo sexo con nuevos hombres, fantaseando con ser amado y aceptado por ellos”. El placer momentáneo, reconoce, nunca pudo dar respuesta al vacío espiritual y quebranto del alma. Así, “el sexo llegó a ser una adicción”.

Siendo adolescente intentó cortejar a una chica. Cuando ella desistió de acudir a la cita que le había propuesto, Dean se dio por vencido suponiendo que “era rechazado porque había algo anormal en mi”. Unos años después, tras fracasar en un potencial encuentro íntimo con una mujer algo mayor que él, le pareció que ello era prueba de que “no tenía lo necesario para ser un hombre”, recuerda.

Padeciendo la AMS

Pasó el tiempo y Dean Bailey ingresó en el ejército. Poco antes se había casado incluso, aunque continuaba sintiendo deseo de intimar sexualmente con hombres. Padecía, atrapado por la Atracción al Mismo Sexo (AMS).

En esas circunstancias cedió a tener un encuentro de expresiones afectivas -no sexual-, con un amigo militar a quien admiraba mucho. Sin embargo derivaron finalmente en actos homosexuales explícitos. Su esposa lo supo y por supuesto esto dañó la relación que Dean había disfrutado previamente con ella. Su esposa, recuerda, obviamente sentía que ya no podía confiar en el hombre con quien se había casado.

Tras estas experiencias luchaba contra sus deseos íntimos y amargamente sentía que sólo se disipaban tras la gratificación carnal. La inseguridad en sí mismo -dice- se intensificaba en esta vorágine de emociones. Mirando hacia atrás, Dean ahora se da cuenta de cómo los actos homosexuales se habían convertido para él “en una adicción”.

Salvado por Dios

En esta caída libre, sin rumbo, Dean Bailey dice haber sido socorrido por Dios, “actuando poderosamente” en su vida para salvarlo de sí mismo, cambiando su vida para el bien, y, en última instancia, liberándolo de la atracción homosexual. “Dios me llevó en un viaje de confianza que finalmente condujo al corazón de Jesucristo”. Sólo entonces Bailey experimentó el amor, la aceptación y la afirmación que siempre había deseado.

¿Cómo fue posible todo esto? En pocas palabras lo testimonia: “Me enamoré de la persona de Jesús”.

Oración y lectura de la Biblia fueron y son fundamentales en esta experiencia que lo ha llevado a querer “ser más y más como Jesús, como Cristo”, señala. A medida que desde la oración suplicante crecía su anhelo por identificarse con Jesús, con Cristo… iba perdiendo intensidad la compulsión sexual hacia los hombres, pues en su experiencia “la homosexualidad no es más que otra debilidad humana”.

Con el tiempo las heridas se fueron sanando y restaurando vínculos sanos… “Dios -testimonia Dean- me ha bendecido con una amante esposa y dos hijas maravillosas. Estamos juntos como marido y mujer y Jesús no sólo es el centro de mi vida, sino de nuestro matrimonio y de la familia también. Él es el Señor de todo”.

El año 2011 Dean Bailey publicó su libro testimonial “Beyond the Shades of Gray.” (Más allá del gris de las sombras). La mayor parte del libro está disponible en línea desde su página.

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